Padre, hijo y espíritu santo
hoy te recito y te repito
que en ti ya no confío,
con tus actos y tus mentiras
me volviste ateo
y ya no te creo.
Si tan poderoso eres...
¿Dónde estabas cuando yo
te necesitaba?
Y eso que todos los días te rezaba.
Me hiciste cargar una cruz en la que posteriormente me clavaste,
no con clavos, sino con palabras.
Al tercer mes resucité y hoy estoy sentado con mi derecha libre para que se siente quien lo merezca.
En el nombre del padre,
del hijo
y del Espíritu santo.