Sangre detrás de la máscara; Nathaniel y Tú

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Tick, tock.
Éste es el sonido del reloj.
Que no para de perturbar los momentos más perfectos.

—Nathaniel; si Tn supiera de esto —Miré el cabello castaño, que tapaba el rostro de aquella chica indefensa y mentirosa. —Te deja de amar.
—¡Nunca!—Le di una cachetada, virando su rostro en dirección contraria a la mía. —¡¿Acaso yo le he mentido y me he alejado de ella!?—Le tomé el cabello bruscamente. —¡Dime!

Ella me miró; con odio y desesperación.

—Le estás mintiendo escondiendo el verdadero yo interior.

La miré incrédulo y comencé a reírme a carcajadas frente a ella.

—No me hagas reír, tienes mucho más secretos que yo, ¿no es así? Melonsito —Besé su mejilla, ella desviando su cabeza. Reí fuertemente y me giré.

—Las personas cambian con los sucesos, ¿no es así? Luego de que me coqueteaste por un largo tiempo, me rechazaste. Al otro día apareciste por casa devorándome con tus labios —Sonreí mirándola sobre mi hombro, viendo su incomodidad. —Luego me acostaste en mi propio sofá, haciendo cosas tan sexu...

—¡Basta!—Gritó con sus ojos cerrados. —Eso fue mucho antes de que Tn viniera al instituto —Me miró con odio, tensando su mandíbula.

—Y esto lo hago mucho antes de haber llegado al instituto —Lamí mis labios resecos y la miré temblar. —¿Lo ves? No hay excusas para ti.

—Tampoco para ti —Me di vuelta con mi navaja favorita.

—¿Cuál me darás primero?—Sonreí sínico, viendo cómo me miraba aturdida. —Oh. Me refiero a uno de tus senos. Aunque casi ni tienes pero ese no es el punto —Me acerco poniendo la navaja entre sus senos cubiertos por la camisa verdosa. —El izquierdo o el derecho —Me muestro inseguro ante sus ojos, escuchando un gemido de temor. —No te preocupes, Melody también presenció esto. A la verdad que, los tenía muy grandes y me irritaba —Me miró atemorizada y comenzó a moverse bruscamente en la cama.

—¡Dejame ir bastardo! —Movía sus muñecas amarradas de la cabecera de la cama. Me vi obligado a lanzarle una cachetada y sonreí ampliamente.

—No hay porqué ser agresivos.

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Ha pasado digamos que, muchísimo tiempo. Claro, en mi perspectiva. Pero Nath aún permanece con las malas vibras de aquél chico de cabellos azules y siempre; siempre, me acompaña de camino al trabajo y de vuelta a casa. En éstos días, me he sentido horrible, con deseos de morir y no vivir más, y por ello, el jefe me ha dado los días libres para poder mejorar y no esparcir el virus en toda la empresa.

—Vamos Tn, tienes que comer —Insistió, a lo que yo negué con mi cabeza.
—Lo voy vomitar Nath, no gracias —Su rostro se volvió decaído. Estaba inmensamente preocupado por mí y no se movía de mi lado por más que le dijera que estaba bien. Lo vi levantarse de la silla que había pegado a una buena distancia de la cama, llevándose la sopa que me había preparado. Tristemente, no lo podía comer, sabía muy bien que lo vomitaría.

Al Nath desaparecer del cuarto, mi celular vibra, obligándome a tomarlo con pesadez. Me fijé bien y era un mensaje, pero no un mensaje cualquiera; un mensaje de Rosalya.