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—¿K-Kentin? ¿Estás bien? Tu rostro se ve un poco rosado—.

—Es sólo que en mi tiempo a solas pensaba mucho en ti —lo dejó salir de su pecho mientras se envolvía más entre sus brazos. —Y ahora que estás aquí conmigo quería abrazarte.

El de cabellos azules no sabía cómo sentirse al respecto y mucho menos cuando estaba siendo abrazado como si mañana se acabase el mundo. Podría aceptarlo si fuera en las afueras de la cafetería, ¿pero frente a su casa?, sentía que algo podría pasar si su cuerpo seguía descontrolándose de esa manera. Kentin ladeó su cabeza en el hombro opuesto, atreviéndose a dejar un suave beso en su cuello, cerrando sus ojos. Alexy se tensó al sentir sus suaves labios contra su piel, había imaginado esto múltiples veces en sus sueños.

—¿Y-Y eso qué quiere decir Kentin?—Se atrevió a decir con un nudo en su garganta. No podía estar soñando esto otra vez, esto estaba pasando.
—Mm—pronunció con media sonrisa, apenas se alejó del hombro del ojivioleta, le dejó un casto beso en los labios —. ¿Eso es una contestación para tí? Porque verdaderamente te amo demasiado.

Las piernas de Alexy comenzaron a temblar tan pronto escuchó aquellas palabras. Pensó que podría ser el sereno que le estuviera haciendo daño, o quizás, estaba medio somnoliento como para asimilar lo que estaba diciendo.

—Estás equivocado Kentin— consiguió decir luego de ese trance, no se había imaginado decirle tal cosa luego de que se confesara. Pero era demasiado para él—. Tú por mí no sientes nada, estás confundido, vuelve a casa— abrió la puerta torpemente con la confianza de entrar y cerrar la puerta; de huir y dejarlo todo. Pero el contrario lo detuvo.
—Me conozco, y sé lo que estoy diciendo —comenzó de golpe mientras aguantaba la puerta con su mano, todos esos entrenamientos en la base militar para nada eran en vano —. Está en tí creerme o no, pero sé que te amo, y que antes, por más idiota que fuera contigo, me enamoré de tí. —Soltó con una sonrisa convencedora.
—Kentin —logró pronunciar con un hilo de voz, el contrario ya se había atrevido a entrar y a cerrar la puerta. —Kentin, estás en la casa equivocada.

—Muy equivocada —se escuchó decir entre la oscuridad de los sofás. Una silueta se puso de pié y se acercó —. Ya he escuchado lo suficiente y te esperé tranquilamente. Ya veo que has aclarado tus dudas —la silueta se dejó ver por la luz de la luna que se atreve a pasar por la ventana.
—Morgan, yo — Alexy tropezó con sus palabras, nunca se imaginó ver al hombre de su vida con el novio que estaba siendo usado para olvidarlo a él—. N-No es lo que parece Morgan.
—Lo siento Alexy, ya no puedo seguir fingiendo que estoy bien a tu lado —confesó con un nudo en su garganta—. Nos vemos —contestó sin más, desapareciendo por la puerta que un segundo atrás había sido cerrada.

—Kentin, yo — mordió su lengua nervioso—. Lamento que pasara esto.
—Era bueno que pasara —dijo satisfecho —. ¿Sabes? por tí puedo esperar un mundo, e incluso podría hacer lo imposible por tenerte a mi lado.

Por un momento, éstas palabras sonaron a un chico de cabellos rubios y de ojos miel. Pero sólo la Diosa de la luna Selene pudo reconocer aquellas palabras. Alexy sintió un pequeño escalofrío al escuchar esas palabras, miró profundamente al chico que tenía delante y lo abrazó. Todo se había vuelto un desastre, pero al menos lo tenía a él.

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—Se podría decir que sí, es un poco molesto — admite reuniendo su ceño mientras piensa en las frases directas-no directas de su nuevo compañero de trabajo—. A veces me dan ganas de vomitar cuando escucho sus frases tan cliché.
—¿Tanta mierda dice?— lleva su mano al puente de su nariz asqueado, podría imaginar el tipo de cosas que decía el poeta que había llegado a trabajar junto a su Diosa. Se podría imaginar un pequeño poema de Andrés Ixtepan saliendo de sus labios con fluidez o quizás una frase de Parwa o algún otro que se le ocurriese, simplemente sentía el gran instinto asesino decirle que comenzara a hacer algo al respecto.
—Es muy poético que se han vuelto mentiras con el tiempo —confiesa mientras mete su mano tímidamente y la entrelaza con la suya —. Yo sólo amo que seas tú el que me diga esas cosas —apoya su cabeza sobre el hombro de su chico mientras sonríe.

Nath la mira risueño y besa su frente con melancolía. Su última jugada había sido el compañero anterior y no pensaba que tenía que tomar medidas nuevamente para proteger a su amada. Debía ir en contra de lo que Tn le había dicho pero aún recordaba su nuevo método para asesinar y salir inocente. Sobredosis de droga o suicidio, una de ambas podría utilizar con gusto. Para el suicidio existen tantas maneras que a Nath le brillaron los ojos al pensar en ello. Se tranquilizó al mirar a Tn, quien miraba su estómago abultado por los meses y lo tocaba con amor.

—Quién diría que terminaríamos así— profirió Nath mientras llevaba su mano al vientre de la joven —. Pronto mamá dejará de trabajar y seré yo el que trabaje.
—Nath, podemos trabajar ambos— respondió, viendo la negación del chico por consiguiente.
— Tú tienes que preocuparte en recibir el debido cuidado durante el embarazo de nuestro bebé, que de hecho pronto debes ir con una doctora— Habló con calma mientras retiraba su mano del vientre de la joven.
—¿Y por qué no doctor?— Preguntó curiosa, curveando sus labios en una sonrisa.
—No, doctor no, no quiero — Dijo sin más, cerrando sus ojos y echando su cabeza hacia atrás.
La joven ríe y niega con su cabeza, abrazándolo mientras cerraba sus ojos. —Más momentos así contigo, sólo paz — concluyó la joven sonriente.

Si de verdad la joven quería paz, ¿Nath era el indicado para otorgárselo? ¿Recibirá paz o tormento?

Sangre detrás de la máscara; Nathaniel y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora