La Invitación.

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El rubio observó la invitación con cierta fascinación. En el instante en que tocó el papel, un cursi hechizo liberó un pequeño patronus en el aire con la figura de dos nutrias abrazadas. En ese momento, reconoció de donde venía la carta.

Señor Draco Malfoy y Familia:

Sean ustedes bienvenidos a ser testigos de la unión entre Hermione Jean Granger y Ronald Bilius Weasley.

Se celebrará el próximo 5 de julio a las 7:00 de la noche en La Madriguera.

Draco arrugó la nota entre sus dedos. "Que estupidez"- pensó para sus adentros - ¿Cómo se atreven, tan siquiera, a imaginar que un Malfoy con mi estirpe va a ir a un evento de tan baja categoría? – bufó en voz baja frunciendo el ceño.

Posteriormente, se tendió en un sillón de cuero en su estudio, depositó los pies en el apoyabrazos y cruzó las manos sobre su pecho. Dirigió su mirada a las figuras de su techo, el cual tenía un encantamiento que le permitía ver las estrellas, y su mirada empezó a suavizarse hasta ser completamente nostálgica.

Logró contar cinco años sin verla, sin mencionarla; pero aun así no había pasado una sola noche que no la recordara, y eso lo hizo colmarse de una ira ciega y un vacío imparable en el centro de su estómago. La imaginó con su melena alborotada, usando un vestido blanco ceñido a su esbelta figura y observando a Weasley con esos grandes ojos chocolate irradiando felicidad... una felicidad que nunca sería por él; sintió deseos de matar, de morirse allí mismo con ella y ser fiel a la frase hasta que la muerte los separe.

Lamentó ser un cobarde y se revolcó en arrepentimiento; ella siempre pensaría en él como la serpiente acosadora sin sentimientos, ella nunca entendería por qué él solo podía llamar su atención a través de la maldad, por qué nunca sería digno de tenerla...¿o sí?

Una chispa de esperanza iluminó sus plateados ojos. Lentamente, se levantó del sillón, deteniendo su auto compasión, sacudió su túnica liberándola de las arrugas formadas y, caminando hacia la chimenea de su estudio, tomó un puñado de polvos flu. Claramente mencionó - Ministerio de Magia División de Seres.

Al salir de la niebla verde, un silencio sepulcral rodeaba las oficinas de la institución permitiendo a Draco escuchar los latidos desaforados de su corazón retumbando entre sus costillas. El pasillo que conducía a la oficina de Hermione se le hizo ridículamente largo. Dio lentos pasos guiados por inercia, produciendo un eco con sus pisadas las cuales se iban haciendo más fuertes a medida que se acercaba a su destino. Esperó frente a la puerta de la Oficina que rezaba "Realojamiento de Elfos Domésticos". Claramente conocía el historial laboral de Granger: desde hace años tenía el hábito de coleccionar los artículos del profeta en los cuales hicieran mención de ella. Jamás se sorprendió por las elecciones de la castaña pues la conocía por su debilidad hacia las criaturas más indefensas.

Levantó su brazo para tocar la puerta pero lo dejó suspendido en el aire, no encontró la fuerza necesaria para cumplir su cometido. Dirigió la mano hacia el nudo de su corbata, necesitaba aflojar un poco el mismo. En vano intentó pasar saliva ya que su boca se hallaba completamente seca, tampoco logró ralentizar su respiración que combinaba con el movimiento nervioso de sus dedos.

Unos segundos allí fueron suficientes para cuestionar sus acciones. ¿Qué estaba haciendo allí? "Que maldito imbécil, Malfoy, ¿qué vas a decirle? ¡Te amo Granger, no te cases!, o mejor, ¡deja a Weasley y escápate conmigo!" pensó el Slytherin retrocediendo un par de pasos. Tomó una amplia bocanada de aire y exhaló ruidosamente; no estaba allí para ser el mismo pusilánime de siempre, tenía miles de cosas por las cuales arrepentirse en la vida.

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