Cascarón

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El sol centellea sobre un par de alas blancas, batiéndose con ferocidad contra una corriente de aire que se abre camino sin reparo entre las plumas despeinadas de un cisne.

La insondable fuerza del ave, contrasta con la tranquilidad de un cielo azul sin nubes en la atmósfera y la calidez del manto solar acariciando de manera uniforme el blanco rostro de Draco. Él, de pie al borde de un insondable lago, abarca con su mirada la bóveda celeste detallando con cariz curioso la voluntad del animal que aparentemente se dirige hacia él.

Debería moverse, toda la lógica del contexto le grita a sus músculos que se aparten de allí o será lastimado por la inminente colisión del animal, sin embargo sus pies se anclan al piso y sus brazos se separan del cuerpo abriéndolos en cruz.

No imagina daño más bello que ese.

Sólo unos cuantos centímetros lo separan de la fiereza del ave apuntándole con su pico naranja con visos negros, entonces decide cerrar los ojos y esperar la dolorosa unión.

Su mente calcula el momento exacto y sin querer los párpados se unen con presión estrujando sus rubias pestañas en la acción. Es entonces, cuando su cuerpo se ve envuelto por la tibieza de otro, y unos labios ansiosos se posan sobre su cuello llenándolo de besos.

Draco, abre los ojos confuso, cegado por unos breves instantes a causa del ondulante reflejo del sol en la superficie del agua inundando todo cuanto ve. Lleva una mano por delante de las ranuras de sus ojos ocultando sus pupilas del brillo y un mechón rizado cosquillea en su barbilla tirando de la comisura de sus labios para hacerlo sonreír.

Baja la mirada con el creciente anhelo palpitando entre sus costillas y su vista se estrella con los ojos chocolate saturados de lo que él podría entender como amor.

Un sueño. De qué otra manera podría estar Hermione Granger aferrada a él como si fuera el resguardo perfecto en medio de una tormenta. Su rostro se tensa en una mueca de amargura, y la manzana en su garganta sube y baja ahogando la tristeza que se origina en la frustración de su cobardía, nunca ha tenido el valor suficiente para acercarse a ella de una manera amable y de seguro nunca lo tendrá.

El travieso viento alborota la cabellera de Hermione quien trata de atraparla entre sus manos y en el proceso roza varias veces el rostro del Slytherin, la aflicción se borra dando paso a la ternura.

Con un leve atisbo de consciencia de esos brevísimos momentos de lucidez que se tienen durante los sueños, entiende que la fantasía tendrá fin para dar paso a la fría realidad. Con una ansiedad impropia de él, rodea la cintura de Hermione entre sus brazos hundiendo su nariz en las enredadas hebras castañas, aspira su olor inmensamente familiar a pesar de estar seguro de ser la primera vez que percibe su fragancia tan de cerca. Sus labios cubren de besos la frente y la nariz respingada como un tobogán que lo conduce directamente hacia los labios glotones de Hermione que se separan de buena gana para recibir la humedad de su boca.

Fundidos en ese beso, una melodía lejana susurrada por las ramas de los árboles llega a sus oídos, los cuales no alcanzan a comprender las palabras de una canción la cual está seguro no conocer aunque el ritmo se adhiera a la finura de su piel erizando los vellos a su paso.

Hermione culmina el beso deslizando su nariz por el cuello de Malfoy aspirando su esencia, remata su recorrido en la clavícula de Malfoy y conduce sus manos a través de la espalda del rubio, estremecido por el placer de recibir un mimo por parte de la inalcanzable Granger. Ella tararea la tonada desde su garganta vibrando las notas en el pecho de Malfoy quien aumenta la presión de su abrazo permitiendo a su rostro cubrirse de los cabellos enrevesados de Hermione.

El viento se desliza sin vergüenza a través de la ropa acariciando con sus uñas de hielo la piel de Hermione quien se sacude, silenciando su canto ante el castañeteo de sus dientes. En el acto, Draco frota con sus manos la dermis de la joven de manera protectora sintiendo como el cuerpo de ella se deshace entre sus manos dejando tras de sí un regreso de plumas arrastradas por el viento.

La invitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora