8. Venganza

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Escuche como Renato aclaro la garganta.

–¿Interrumpo algo? –dijo bordé.

–Pues la verdad es que si.

No me espere a que Joel fuera tan siquiera a hablar. Renato parecía más que furioso y no sabía la razón, posiblemente fue por el beso pero... ¿Porqué?

–¡Renato! Es Rich –llego corriendo Erick con la respiración agitada. Logro salpicarnos con el agua gracias a los grandes pasos que dio.

–¿Qué pasa? –exclamó.
Comenzaron a correr por el largo de la estructura, mire a Joel con confusión y comenzamos a correr de la misma manera. Sólo rezaba por que Richard estuviera bien y nada le pasará.

–Rich... –murmuró Renato–. Que te ha pasado.

Se arrodilló a su lado, el sostenía su abdomen con su mano derecha apretando con fuerza la herida. Un gran tubo de metal se había adherido a su piel.

–E-ella... Ella fue –murmuró con dolor.
Me abrace a Joel sintiendo las lágrimas de nuevo.
En mi mente aparecía la imagen de la pequeña bebe de Richard, era lo único en lo que podía pensar, que pasaría con la bebe ahora.

–No hermanito, no me dejes por favor –pidió Erick. Miraba desesperado a todos lados en busca de alguna cosa que pudiera ayudarlo en estos momentos.

–¿Hacia dónde se fue? –gruñí enojada. Richard señalo con su dedo índice una parte del lugar antes de perder el conociminto.

–¡Rich! –escuche el grito de Erick.
Seguí las instrucciones de Richard y comencé a correr en dirección a donde la chica.

No podía escuchar nada más que gritos de dolor por parte de los tres chicos que quedaban, llorando ante la pérdida de su amigo.

–¡Donde estas maldita perra! Sal ahora mismo –lancé un grito ruidoso.
Mire el suelo en busca de alguna cosa que me sirviera para defensa personal, pero lo único que veía era el agua moverse intranquila.

–No me encontrarás... –una risa macabra inundo el lugar. Parecía haber hecho un eco.

–Maldita perra –susurré.
Con cada pasó que daba el miedo desaparecía y la furia me inundaba por completo.

Ella había cobrado la vida de dos personas, dos personas que no se merecían esto.

–¡Sal de ahí cobarde! –lance otro grito.
La pelirroja no tardo en aparecer frente a mis ojos. En sus manos sostenía un fierro idéntico al que Richard tenía atravesando su estómago.

–¿Vienes a lloriquear? Pobrecita –fingió llorar con amargura. Tomo el fierro con fuerza y lo empujo hacia delante intentando darme.

–Deja eso –gruñí enojada.
Ella sólo negó divertida mientras se acercaba a mi con el palo de fierro.

–Moriremos todos, pero tu lo harás primero –su risa sonó como sacada de una película de miedo. Tan macabra.

El fierro apenas y alcanzo a rozarme cuando lo tome con fuerza arrebatándoselo.

–La única que moriría aquí serás tu –dije sin una pizca de piedad. Afirme bien el fierro y sin remordimiento lo enterré en su estómago.

Abrió ligeramente su boca, comenzó a toser sangre hasta que se desplomó en el suelo. El agua volvió a tomar el color rojizo, mezclándose contra la sangré.

Abrí mis ojos a tope, dándome cuenta de lo que había hecho más sin embargo no me arrepentía.

Ella se lo merecía y había jurado que los culpables pagarían por lo que habían hecho. Y en si, ella también era culpable.

M&G |Joel Pimentel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora