CAPITULO 24
(Narras tú)
Después de agradecérselo una y otra vez a todos, cada uno fue a su pequeña cabaña a prepararse para la cena.
Las chicas estrenamos lo que nos compramos esa mañana y los chicos unos vaqueros y una camisa, excepto Alex que las odia.
Al llegar todos nos sentamos en la misma mesa que la otra vez y esperamos a que nos atendieran.
Durante la cena Ane no nos quitaba ojo de encima a Abraham y a mí, me ponía nerviosa. También notamos cierto tonteo entre Cris y Alex, estaban más... acaramelados.
-Oye, ¿después nos quedamos al postre, no? -preguntó June con la boca llena de ensalada.
-Si cariño si, pero cierra la boca. -le subí la mandíbula inferior haciendo que la cerrara.
…...
-¿Y hay chocolate? -preguntó despues de tragar.
-Si hay chocolate June, relájate. -Nerea.
Terminamos la cena y nos sentamos todos en la terraza, algunos en hamacas y otros en el suelo, entre ellos Abraham y yo.
-Eh, ¿bajas a la campa? -me susurró sonriendo.
-Bajo a la campa. -le afirmé devolviendole la sonrisa.
-Ahora venimos. -les dijo Abraham a los demás.
Me ayudó a levantarme del suelo tirando de mi mano.
Bajamos y nos sentamos en la hierva, yo entre sus piernas con la espalda pegada a su pecho.
-¿Y le vas a poner nombre al oso?
-¿Que oso? -le pregunté para picarle.
-El que te he regalado boba.
Me dio un golpecito en la cabeza.
-¡Ah, ese...! -yo reía.
-¡Si, ese...!
-Que es broma tonto, sabes que me encanta. -le di un beso en los labios y me quedé mirándole a los ojos. -Y si, le voy ha poner nombre. -me acomodé en mi anterior postura.
-¿Y como le vas a llamar?
-Pues en principio es chica... Y se va a llamar Ita.
-¿Ita? -me preguntó extrañado.
-Si. -afirmé. -De “señorrita”.
Se echó a reir.
-Bueno, entre el tuyo y el mío ya tenemos una pareja, Ito e Ita.
-Exacto.
Nos quedamos en silencio unos minutos. Largos en mi opinión. Yo miraba el atardecer, era precioso y se me llenaron los ojos de lágrimas, pero sin derramar una sola.
-Hey, ¿que te pasa? -Abraham se sentó recto apartándome el pelo de la cara.
-Nada... da igual. -me sequé las lágrimas.
-Dímelo.
-Abraham yo...
-Hey mírame.
Me giró la cabeza suavemente.
-Dímelo, no pasa nada ¿vale?
Me acariciaba la mejilla derecha con el dedo pulgar.
-Es que tengo miedo.
-¿Miedo? -me miró preocupado.
-Si, miedo a que cuando el verano acabe y tu tiempo de descanso termine, nos separemos y me olvides.
-¿Como?
-Si Abraham, tu tendrás que seguir con tu carrera, giras, viajes...
-Oihane mírame. Mi carrera continuará, por supuesto, pero no me voy a olvidar de ti nunca, ¿me entiendes? Primero porque te quiero demasiado como para dejarte y segundo porque me resultaría imposible olvidarte.
Esta vez sí rompí a llorar.
-Ven aquí, y no digas esas bobadas. -me abrazó fuerte.
Le miré a la cara con los ojos llorosos.
-Abraham, pero tu vas a tener que viajar, apenas estarás en San Fernando, y dijo tu hermana que en año y medio aproximadamente puede que os mudéis a Madrid.
-Escúchame.
Le comenzaron a brillar los ojos.
-Dejaría la música por ti.
Me quedé en completo shock.
-¡No! No puedes dejar la música, es tu sueño desde que eras un enano y siempre has dicho que no la dejarías por nada.
-Hasta que...
Le interrumpí.
-¡Que no! Ahora no digas “hasta que te conocí” ni nada por el estilo.
Me levanté del suelo seguida por él.
-Tienes miles y millones de Abrahamers. -continué. -No puedes dejarlas.
-Oihane yo... no sé que decirte. -se quedó mirando el atardecer.
-No tienes nada que decirme.
-¿Y que hago? Joder. Está claro que voy a estar fuera de casa el 60% del tiempo, no puedo estar contigo y a la vez continuar mi carrera.
Los ojos le brillaron con más fuerza.
-De eso tengo miedo.
-No sé si has escuchado eso de que prefiero dejar la música antes que a ti pero...
Volví a interrumpirle.
-¡Que no vas a dejarlo! Antes me voy yo. -esas palabras me chocaron hasta a mí.
Abraham me miró serio, como nunca antes me había mirado. Tenía miedo, y puede que más que yo.
-Mira oye... -conrinué. -Déjalo ¿vale? No tendría que haber dicho nada. Dejémoslo para cuando llegue el momento.
Volví a sentarme.
Él volvió a levantarme pegando su frente a la mía.
-Te quiero más que a nada ¿me oyes? Y nada ni nadie me va a alejar de ti.
Me besó antes de que pudiera responderle. Con diferencia el mejor de los besos que me había dado, también puede que lo diga porque lo necesitaba.