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Vestida de negro, de pie sobre la tierra seca, rodeada de un silencio fúnebre, viendo entristecida y desesperada cómo enterraban a mamá, la sumergían en ese agujero profundo dentro de una caja. Papá no se presentó a su entierro, en su lugar, Sebastian era el que sostenía mi mano para evitar que corriera hasta donde descansaban los restos de mi madre, en esos momentos lo ví como mi padre más que nunca.

La huérfana Phantomhive, encerrada en su habitación, llorando por su madre, sufriendo por los momentos que ya no gozarían juntas, los planes rotos. Todo por la codicia de mi progenitor.

Siete años, con esa tan corta edad, y ya estaba hundida en una profunda tristeza, con la fecha clavada en mi mente, haciéndome sufrir aún más, pues en tan sólo un mes cumpliría siete años, estaría sola en mi día especial y sin mamá todo sería más horrendo.

Sebastian estuvo como el mayordomo de la mansión y como mi profesor, si no fuera por él me hubiera muerto de hambre, sed y de soledad, sí, es verdad no estaba del todo sola y digo esto porque desde la muerte de mamá me dí cuenta de la distancia de Sebastian, no era como si fuera mi padre, era más como un niñero y tutor, sólo lo veía en las horas de comida, cuando aparecía por la puerta con la bandeja de comida en manos.

Cuando el tan mal esperado día llegó, mis ojos se abrieron de golpe, me levanté casi de un salto al oler ese aroma, la tarta de cumpleaños, corrí descalza hasta las escaleras, y me quedé como estúpida parada ahí, sujetando el barandal con una mano y con la otra estrujando ansiosa mi camisón, esperando emocionada ese sonoro canto........nunca escuché a mamá. Una hora, dos horas, cinco... Esperaba sentada en un escalón, con la cabeza recargada en el simiento del barandal, los ojos cristalizados e hinchados por tanto llorar, esperaba con la estúpida esperanza de ver a mi madre salir de alguna parte de la planta baja, caminar con su elegante postura, hacer saber de su presencia con sus pasos, pararse al pie de los escalones, verme, sonreir y cantar para mí. Pasó todo el día y nunca me moví de mi lugar, Sebastian trató de hacerme bajar, comer tarta, pero no lo logró, yo seguía empeñada, en total fueron diez las veces que fue por mí. Al caer la noche no dio su brazo a torcer, tubo que cargarme para llevarme a la cocina, llevándose manoteos y pataletas en el camino.

- ¡no Sebastian, tengo que esperar a mi madre! ¡Ella sí vendrá! - lloré, grité. Pero no conseguí nada, me obligó a cenar buñuelos con canela, una cena improvisada ya que no quise comer tarta.

Hasta ahora a mis 19, no he vuelto a comer pastel nunca, mamá sería la única con la que comí pastel alguna vez, con nadie más.

Ese cumpleaños no recibí obsequio, sólo una reprenda por parte de Sebastian, comencé a llorar logrando que él pusiera cara de confusión, no era precisamente el mejor tutor, tanto que cuando me hacía llorar lo dejaba congelado, en blanco. Un demonio tratando de criar a una niña.

•••

Duré así un mes más, Sebastian pareció concluir, por fin, que eso no era normal, no era propio ni sano para una niña de siete años estar encerrada en su habitación, sin apetito, ni entusiasmo. Fue entonces que mi mayordomo se convirtió en mi consejero, sí, el mismo Sebastian trató con mi problema, sin papá en casa él tenía la obligación de mantenerme viva y sana para cuando papá volviese.

A parte de charlas obligatorias en la sala, juegos en el patio que no hacían más que recordarme a mamá y comidas repletas de verduras. Sebastian se encargó de mi dilema, en parte lo superé, logró que superara el hecho de haber jugado en el patio con mi madre, pero no consiguió hacerme comer pastel.

Gracias a su ayuda recuperé mi vida normal, si mi padre iba a casa tres veces al año ya era mucho, en sus visitas siempre solía reaccionar con entusiasmo corriendo hasta él y tratar de abrazarlo, pero siempre recibía como respuesta a un papá avanzando a su despacho, sin molestarse a regresarme el gesto, ni siquiera a llamarme hija o por mi nombre, era como un fantasma para él.

Mientras me quedaba parada como tonta llorando en el pasillo, Sebastian se acercaba y me daba pequeñas caricias en el cabello que él mismo me había arreglado esa mañana, en lugar de papá, él era quien pronunciaba mi nombre, correspondía mis abrazos, a quien llegué a llamar padre.

Irónico ¿No es verdad? Sé que he dicho que en el funeral lo ví como padre, después les dije que había descubierto que no actuaba como tal, y ahora, de nuevo es un padre ante mis ojos. Es confuso, y mucho. Pero así fueron las cosas, después de todo era tan solo una niña.

En fin, el mayordomo adoptó las tareas de mi madre, escogía mi vestimenta de cada día, cepillaba y peinaba mi cabello, lo único que sí tuve que aprender era el aseo personal.
•••

- Sebastian no te vayas - lloraba.

Ese mismo año Sebastian tubo que partir a no sé donde, cuando me dijo que papá vendría y se quedaría por un largo tiempo me emocioné, a sabiendas de que él no me quería pero aún así me encantaba la idea de tener a mi padre en la mansión, no tenía idea que eso significaba la ida de Sebastian, nunca se me hubiera pasado por la cabeza.

Tras un largo rato dentro del despacho de papá, Sebastian salió encontrándose con una niña llorosa, en esa época ya sabía qué era él, un demonio, pero no tenía idea de sus necesidades, siempre comía conmigo, pero sabía que necesitaba comer almas, lo supe cuando desarrollé mi lado demonio. Para mi sorpresa se arrodilló para quedar a mi altura, con su mano acarició mi cabellera larga, no cambió su expresión, seguía serio.

- ¿regresarás verdad? -

Con esas palabras cargadas de tristeza y esperanza, acompañadas con una vocesita temblorosa eh inocente, Sebastian se quedó en blanco. Después de unos segundos y de que la puerta del despacho de papá se abriera, él simplemente se levantó, avanzó por el salón sin voltear, abrió la puerta principal hechando el último vistazo a mi dirección.

Pero ahora está papá, todo será mejor. Pensé.

Qué equivocada estaba, estaba al cuidado de un hombre que se hacía llamar mi padre, no me conocía en nada, ni yo de él, no estaba consciente del infierno que viviría después de eso.

La Hija de Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora