III

313 26 3
                                    

Como vil centinela de las sombras no hago nada más que admirar su belleza, aquella pureza que la caracteriza tanto. Cada vez que la veo toda la melancolía que llevo de nacimiento desaparece, anhelo verla de nuevo y pasarme toda su vida perfilando con mis ojos su cuerpo.

Aunque no lo parezca es pura, es la persona más pura en el podrido mundo en el que vive. ¿Cómo es que una simple humana se ha ganado mi atracción? Pero como todo lo bueno, su estancia en este mundo en el cual reino es efímera, y una vez su ascenso no la volveré a ver jamás. Y es por eso que debo disfrutar cada momento que estoy a su lado aunque duela.

A pesar de que me hiera verla partir y ser yo quien la deba llevar a ser juzgada, sus días están contados y eso es lo que me hace enloquecer. ¿Por qué los humanos buenos reciben cosas malas y los menoscabados en la tierra obtienen gloria?

La respuesta es muy sencilla; la vida en la tierra no es más que una simple prueba para ver quienes son los verdaderos dignos del cielo o del infierno, si es que para lo último hay que ser digno. Aquella melena pelirroja se mueve de un lado a otro en el pequeño salón acompañada de otros ocho cuerpos diferentes, de aquí a allá. Andando entre cada plancha mugrienta de sangre coagulada, el olor es nauseabundo y amalgama tu estómago, sin embargo para ella no es problema alguno.

Pasadas ya tres semanas de seguirla hacía todos lados, su rutina es la misma de todas las semanas y hoy no es la excepción. Después de un ajetreado día despoja de su cuerpo aquella bata blanca, blusa azul a juego con unos pantalones abultados y desliza sobre su suave piel su sencilla ropa casual.

Una vez ya que ha terminado atranca con tres llaves distintas la clínica heredada de su padre y pone pies en marcha a su pequeño apartamento. Es muy tarde para una chica joven y hermosa estar sola en el bulevar a altas horas de la noche pegando a la madrugada, pero eso nunca ha sido un incombeniente  para ella. De un momento a otro Steven Gress de treinta y siete años de edad, asesino de más de una docena de personas a quemarropa el día de Pascua únicamente por despecho, comienza a seguirla por detrás saliendo de un callejón por el cual ella pasó de largo, el hombre con su smartphone en mano y un hacha de incendios comienza a caminar apresuradamente hacia ella, sin sospechar nada la pelirroja sigue avanzando con los auriculares puestos. El hombre comienza una transmisión en una plataforma de las más famosas redes sociales; "Facebook". La imagen es deplorable, y debido a la escasez de luz con dificultad se percibe la delgada y definida espalda de la mujer  con la capucha puesta.

Con su brazo libre alza el hacha tan vertiginosamente que suelta un gemido el cual alcanza a escuchar la pelirroja girándose velozmente.

Desgraciadamente la derivación unitaria creada por el hombre llamado tiempo es tan exiguo para ella que únicamente la expresión de su rostro fue tan inhumana que simplimente lo explicaba todo. Milésimas de segundos fueron suficientes para que su cabeza se desprendiera de su cuello, sus nervios se tensaron tanto y más que la mandíbula de un bull terrier americano al estar en ataque provocando que esa expresión en su rostro quedara plasmada por siempre aún después de que su cabeza rodara en el asfalto.

Era un sentimiento nuevo para mí; la culpa.

El simple y sencillo hecho de no poder haber hecho nada y quedarme de pie observando como es que era inmolada por un despecho del corazón, y es entonces que hasta la eternidad me seguiré preguntando como es que el amor mueve a los humanos de un extremo a otro y los lleva a tomar decisiones incoherentes y absurdas así como placeres y actos carnales. No siempre el amor es amor debido a que muchas veces es confundido con posesión y el miedo a estar solo, son sentimientos fácilmente confundidos.

Pecados por los cuales me inculpan a mí injustamente, cuando yo solamente los pongo a tentación con lo que más quieren en este mundo, lo que su corazón y mente anhela, más no los obligo a hacer algo que no quieran, ellos caen solos. La culpa no es mía.

En estos momentos sí lo es. Mi única misión personal era cuidar de ella, y por primera vez he fallado. Nuevos sentimientos encontrados en lo más profundo de mi alma, sentimientos que creí muertos reviven nuevamente en lo más profundo de mi alma y un poco más allá.

Mi cuerpo se estremece al ver su cabeza separarse de su cuerpo, un corte limpio. Me acerco hacia  el hombre de apariencia afroamericana y me dejo ver ante él.

-Humano inmundo, ¿pero qué has hecho?- le digo fríamente.

-¿Qué demonios eres tú?

-Has respondido tu propia pregunta, y por todos tus pecados serás juzgado.

-¿Seré juzgado por Dios?- dijo con una pizca de esperanza en sus ojos.

-No, serás juzgado por mí, y asumiré todas y cada una de las consecuencias. 

Mi mirada penetró su mente sacando sus miedos más oscuros. Posé lentamente mi dedo índice en su frente y lo alcé rápidamente haciendo que comenzara a convulsionar, sacando sangre de sus ojos, orificios nasales y tímpanos. No pasaron más de treinta segundos cuando su cuerpo se estremeció y cayó al suelo, ahora muerto.

Me acerco hacia la mujer quien no dejaba de chorrear sangre de su cuello, estiro mi brazo para tomar su cabeza delicadamente y ponerla en su cuello de vuelta a su lugar, recorro con mi dedo anular toda la orilla de su cabeza y cuello uniéndolas de nuevo. Sin esperar que funcione ella suelta un suspiro relajando sus músculos faciales volviendo sus facciones a la normalidad.

Nunca podré olvidar su mirada que me regaló, parecía desconcertada y asustada al verme.

-¿Quién eres tú?- fueron sus primeras palabras después de volver a nacer.

-Ahora soy quién te ha devuelto la vida.

Su cabeza se hecho hacia atrás quedando inconsciente en mis brazos, podía sentir su cuerpo respirar y sus venas bombear sangre en dirección a su corazón.

La lleve a su habitación dejándola recostada en su cama como si nada de lo ocurrido hubiese pasado. Al día siguiente despertó como si de un mal sueño se tratase, frotó su cabeza con la palma de su mano y apretó los ojos, todavía con los ojos cerrados se estiro como lo hacia todas las mañanas. Lo que sucedería a continuación no era algo de esperarse.

 En el momento en el que abrió los ojos miró mi rostro, frunció su ceño y abrió la boca para decir algo que apenas logré escuchar.

-No era un sueño- dijo mirándome de arriba a abajo.

-¿Cómo es posible que puedas verme?

-¿Se supone qué no lo haga?

-En realidad sí.

-¿Qué estás haciendo aquí? quiero decir...

-Te salvé la vida.

-Lo sé, pero exactamente ¿cómo?

-Con un simple gracias bastaría.



Parca »r.d.g« Donde viven las historias. Descúbrelo ahora