11 A BORDO EN EL CARRUAJE

206 14 4
                                    

Este exacto día, la cama de mi cabaña parecía más incómoda. Sabía cuál era la razón de ello, pero aun así, se me hacía extraño. Desde que habíamos ganado el juego de bandera, me habían puesto una corona dorada de olivo, porque yo fui el que había colocado la bandera.

Me levanté de mi cama y recibí la luz del Sol en el rostro. Mire a mis alrededores y noté que mis hermanos estaban preparándome mis cosas. Yo iba a hacerlo, pero se me hizo un buen detalle de su parte. Luego, cuando llamé su atención, me miraron como si fuera mi funeral.

—Buenos días, bello durmiente— Dijo Kayla.

—Hola—Dije sonriendo, mientras rascaba los ojos.

—Hablas dormido, ¿Sabes? Gracias por avisarnos por tu obsesión con el chocolate— Dijo Austin riendo.

—Y supongo que me empacaron barras Hersheys en mi mochila—Bromee.

—No te creas tan suertudo—Dijo Austin.

Will se me acerco y me miro con sus ojos azules. Dentro de ese rostro serio, sabía que había preocupación. Las arrugas de sus ojos eran demasiado visibles como para pasarlas por alto.

—Arion, aunque quisiera que no fueras a la Isla de Delos, quiero que sepas algo; Ese lugar es un lugar sagrado, pero también muy peligroso. Hay el doble de monstruos porque la esencia de Apolo y Artemisa residen ahí. Debes tener cuidado.

—Lo sé. Pero no tengo de otra. ¿Recuerdan lo que me pasó en el pino? ¿Qué tal si la segunda vez sea peor?—Dije más serio.

Mis hermanos se miraron comprendiendo. Sabían que aunque me quedara aquí en el campamento, nada me asegura que no vuelva a tener otro ataque de dolor.

De sorpresa, mis hermanos se me acercaron y me dieron un gran abrazo grupal. Nunca en mi vida había recibido un abrazo que no fuera otro que el de mi mamá. Esto era algo nuevo e increíble. Por alguna razón sentí los ojos un poco empañados.

—Eh... gracias chicos— Dije.

Se separaron de mis un poco tristes. Era obvio después de todo. Cada vez que un semidiós sale a una misión, tiene infinitas oportunidades de acabar muerto, asesinado por algún monstruo o Dios.

—No se preocupen, volveré—Les asegure.

Habría jurado por el río Estigio, pero algo en mi interior me decía que rompería mi promesa. No quería terminar muerto y ser torturado por haberla roto.

Me cambie de ropa. Me puse mi camiseta naranja del campamento, bajo una sudadera negra para el frío. Me puse mis jeans más cómodos, al igual que me puse mis tenis para correr. Luego, tome la mochila; estaba equipada con una cantimplora llena de néctar, una bolsa con cubos de ambrosia y comida de campamento (barras nutritivas, galletas, sandwiches, y bebidas).

—Bueno, nos vemos chicos—Dije saliendo lentamente de la cabaña.

Hubo un corto silencio detrás de mí al momento en que cerré la puerta de la cabaña. Camine fuera del pequeño pórtico y mire mi hogar. Extrañare su ambiente cálido y cómodo donde podía ser yo mismo. Por fin había encontrado un lugar donde pertenezco, justo como Roger me dijo.

Camine hacia la cabaña roja de Ares, y pude jurar que en un parpadeo vi a la Diosa Hestia saludándome junto a la apagada fogata. Procedí hacia la puerta que mostraba un logo de dos lanzas y luego toqué.

La puerta se abrió y me recibió Clarisse.

—Oh, eres tú—Dijo con desdén— ¡Mcgee! Vienen por ti.

Se alejó a la vez que Roger salía de la cabaña y cerraba la puerta con disgusto.

—A veces no la soporto—dijo chocando los puños conmigo.

ARION ELAINE: EL HIJO DE APOLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora