14 LA ISLA MALDITA

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Mi primera impresión al llegar a Hawai, era que deseaba tener unas vacaciones largas aquí. Desde que llegamos, admiré las palmeras verdes ondeandose con la brisa, al aire cálido que provenía del Sol, el mar que besaba las orillas de la playa, y la gente en peaje de baño divirtiendo se. Este sería un hermoso lugar para pasarla bien.

En las cercanías de la playa, unas sirenas y nereidas jugaban junto con los mortales haciendo trucos y piruetas a sus alrededores. Probablemente los mortales crean que son delfines o algo similar. Por eso, recordé la Niebla, y como podía ocultar cosas extraordinarias y volverlas comunes, o al menos comprensibles.

Aterrizamos a lado de unas cabañas/hotel junto al arrecife. En cuanto bajamos de la carroza, los caballos de fuego salieron despedidos hacia el horizonte, dejándonos abandonados por completo. Bueno, eso era una buena señal.

—Bonito lugar— Comentó Roger— Lástima que vengamos a la parte maldita.

—Ni que lo digas— Confirmó Román— Solo deberíamos adentrarnos en la selva.

A pesar de que estábamos situados a unos cuantos kilómetros de la isla principal, yo aún era capaz de ver a los turistas a lo lejos. Voltee mi mirada hacia la selva. Desde su interior, podía percibir un gran poder, maligno, pero grande.

—Oye, Indiana Jones, tu tienes que guiarnos, ¿O no?—Dijo Roger.

Salí de mis pensamientos, y luego miré a mis compañeros. Por un momento, vi nuestros recursos físicos y materiales. Primero, estaba Roger; Armado con dos pistolas de bronce celestial y un cuchillo. Román portaba un arco y flechas, junto con una espada común. Y al final, yo. Yo estaba armado con mi arco/espada Dupkri, y con mi lobo, que era el regalo de una diosa.

—Muy bien, chicos. Siganme. Parece que lo que sea que me esté haciendo todo esto esta ahí dentro.

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Durante un largo periodo de tiempo caminamos en la selva, rodeados de verdes palmeras, mosquitos por doquier y tierra lodosa en nuestros pies. Fue una buena idea des pues de todo traer unas botas de combate en vez de tennis deportivos. Román había traído consigo un par de botas mas en su mochila hechizada y nos había compartido.

Yo no tenía idea de que era lo que encontraríamos al final de este viaje. ¿Un monstruo antiguo? ¿Algún dios que busca venganza contra Apolo y Artemisa? No lo sabia. Sin embargo, retome los sueños que había tenido durante mis semanas en el campamento. Todos ellos me mostraban a una serpiente enorme, parecida a la enormidad de un drakon.

¿Estas seguro que vamos por el camino correcto?— Dudó Román.

No hubo necesidad de contestar, por que habíamos salido a un área libre de palmeras. Pude presentir que la Niebla estaba trabajando mas intensamente en esta área, ya que ocultaba todos los templos dedicados a mi padre.
Alrededor habían múltiples estatuas de lo que parecían ser grifos, lobos y otras criaturas sagradas para Apolo. Sentí como mis poderes se intensificarán con cada paso que daba.

—Eh... ¿Arion? Estas brillando— Me dijo Román.

—¿Que?

Román tenia razón. De todas partes de mi cuerpo una luz amarillenta bailaba a mi alrededor de forma nítida. Febus a mi lado había crecido aún más, con su pelaje gris haciéndose más grueso, sus ojos se miraban más intensos y sus colmillos eran enormes. Ahora era un lobo adulto. No me había dado cuenta hasta este preciso momento. En todo el recorrido hasta aquí me había concentrado más en el aura de poder maligno y seguirlo, que en cuidar a mi lobo. Bueno, no es como si necesitara mi ayuda.

—Está cerca—Dije.

—¿Qué esta cerca? —Dijo Roger— Oh, cierto. El monstruo o lo que sea.

ARION ELAINE: EL HIJO DE APOLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora