12 UN FAMILIAR ME DA UN REGALO

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Ya habían pasado dos días desde que habíamos salido del campamento mestizo. Creí que habíamos recorrido lo suficiente como para llegar a Hawaii rápidamente. Pero cuando eres un semidiós, las cosas que deberían ser sencillas, se vuelven peligrosas.

Justo encima de lo que parecía ser el océano, una isla emergió de una niebla inmensa. Desde que pudimos ver su superficie, supimos que no era ni Delos ni Hawaii. En la isla había montañas volcánicas de un color negro, como si ya hubiera explotado anteriormente el volcán, dejando una vista muy deprimente. Pero alrededor de la isla, los arboles emergían como desafiando al desastre. Las playas estaban llenas de arena intacta.

-¡Algo viene! - Grito Román.

De la isla, figuras de humo negras revolotearon en el aire a nuestra dirección. Emitían sonidos guturales, como risas de monstruos. Justo antes de que chocaran con nosotros, evadí el golpe acelerando aún más. Mis caballos respondieron moviendo sus patas más rápidamente, y de ahí, tuve que hacer muchos movimientos repentinos para evitar ser derribado.

-¿Qué son esas cosas? -Dijo Roger sosteniéndose.

-Son anemoi thuellai- Contesto Román.

-¿Qué?

-Son monstruos del viento-Dijo irritado Román.

Roger saco sus pistolas de las fundas y las cargo con determinación.

-Bueno, como se llamen. Pero esos anemoi ya me sacaron de quicio.

Roger comenzó a disparar las balas de bronce celestial hacia los anemoi una y otra vez. Sin embargo, las balas solo les hacían roces que se volvían a curar. Esos monstruos tenían formas de ángeles negros echos de humo.

Román desenfundo su arco y comenzó a disparar a los anemoi con sus flechas rojas. Los monstruos al recibir los disparos se dispersaban y se desenvolvían en el aire, desapareciendo por completo.

-¡Arion, voy a distraerlos un poco, tendrás que aterrizar! - Me grito desde atrás Roman.

-¡Está bien!- Le grite, para luego murmurar- prefiero pelear en tierra a caer a miles de metros de altura.

Dirigí a los caballos hacia la isla, de manera que estábamos bajando en un ángulo para nada seguro. Román, mientras tanto, alzo sus alas blancas y voló hacia los anemoi, distrayéndolos un poco. Pero solo la mayoría de ellos se fueron con él, dejando a unos cuantos siguiendo el carruaje.

-¡Roger, tus balas no les hacen daño, toma a Dupkri y dispara! -Le grite.

Roger no dudo ni un segundo. Tomo mi arco de mi mochila y comenzó a dispárales a los monstruos alados. Esta vez sí desaparecían al momento en que las flechas tocaban su incorpóreo ser.

-¡Asi me gusta!- Grito Roger con regocijo.

Pero entonces, un anemoi sobrante choco directamente con el carruaje y nos envió dando vueltas hacia la isla. Perdí el control de las riendas y fui enviado al aire junto a Roger. Gracias a los Dioses, estábamos muy cerca del suelo para ese entonces, así que fue una caída menos peligrosa.

Caí al suelo dando vueltas y llenando mi ropa de tierra. Sentí un dolor intenso en mi brazo derecho y mi pierna izquierda. Me los había roto.

-Uuug.

Mire entre la vista nublosa de mi dolor y vi a Roger, ya levantado, disparándole al último anemoi que quedaba. Luego volvió su mirada hacia mi dirección y sus ojos se abrieron en una expresión de horror.

-Oh por Ares, Arion-Dijo yendo a mi dirección.

Trate de levantarme, pero el dolor se extendía por todo mi cuerpo al más mínimo movimiento.

ARION ELAINE: EL HIJO DE APOLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora