Capítulo doce | I promise

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—Eres tan pequeño—Laurie fingió una voz dulce, todos los presentes en la sala vieron como le hablaba al bebé que estaba recostado en un portabebés desde hace varios minutos—: Serás tío, ¿no es curioso? —colocó sus manos en su cintura e hizo una mueca—. Irás al preescolar con tu sobrino.

Caroline siseó.

—Guarda silencio, Laurie—le regañó. Su hija simplemente rodó los ojos y se sentó en el sofá justo al lado de Fabrice; su madre tenía alrededor de diez minutos pegada en la puerta de la oficina de su esposo.

—No entiendo por qué nadie puede creer en él—Claire habló, casi como un tímido murmuro que apenas si Caroline pudo distinguir.

—Disculpa, ¿hace cuánto la conocen? —Laurie la señaló sin verle, preguntando directamente a Wesley quien estaba detrás del sofá grande donde Claire estaba.

—Estoy aquí—la rubia dijo algo molesta.

—Ya basta—Wes pidió, casi rogando.

—Díganos que Fred no nos ha dado muchas razones—la más joven respondió después.

—Caroline—Wesley optó por no seguir en la tensión de las chicas y se acercó a ella—: ¿No puede intervenir? Las pocas clases de francés a las que entré en la secundaria no me ayudan a poder entender lo que se están diciendo—señaló a la puerta.

No era muy norma que eso pasara, Fred podía discutir y sacar de quicio a otras personas con facilidad pero con su padre siempre fue diferente; solía aceptar lo que le decía y quedarse callado con tal de que lo dejara en paz, no creaba alboroto, no con él.

Cuando Fred comenzó a retarlo frente a todos en la cena, nadie se imaginó que seguiría así. El señor Gainsbourg comenzó a alzar la voz cuando Fred no dejó de hablar, justo después de dar su noticia siguió soltando palabras sin que Bastian pudiese digerir aquello. El hombre pidió silencio pero Fred se puso de pie amenazando con salir del lugar, y fue en ese momento en el que comenzó a reñirle en el único idioma que ambos sabían a la perfección en esa habitación. Todos atónitos observaban con atención aunque pareciese que para ellos, no existían ahí más. Pasaron un par de minutos de palabras subidas de tono hasta que se encerraron en la oficina para poder tener más privacidad.

Las voces se habían dejado de escuchar como hace minutos, quizá porque recobraron su cordura y estaban analizando lo que podían.

Caroline respiró hondo resignándose, se quitó de la puerta y miró a Wesley con determinación. El chico arqueó sus cejas preguntándole que haría, ella solo se encogió de hombros.

—¿Podrían cuidar a Fabrice? —preguntó lentamente mientras tomaba la manija de la puerta. Los tres asintieron casi al mismo tiempo.

Golpeó la madera dos veces pero no esperó respuesta y abrió la puerta sin importarle que dijeran. La escena no era como la imaginaba; en su mente, la imagen de Bastian arrancándose el cabello mientras Fred fingía no escucharle más y mirando por la ventana era algo a lo que estaba acostumbrada. Pero no, ahora era su esposo quien prestaba atención a lo que había fuera de esa enorme ventana que tenía ahí; con sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras pensaba algo que probablemente sería para acabar la conversación.

Fred estaba recargado en el escritorio, con sus brazos cruzados mirando hacia el suelo como si esperara ese fin de su padre. De inmediato miró a Caroline cuando ella cerró la puerta detrás de sí.

—Podría regañarlos a ambos por arruinar mi cena pero les importaría tan poco que comenzarían a discutir de nuevo—suspiró—. ¿Son padre e hijo ahora? —preguntó en voz alta.

Todo lo que quiero [ACR #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora