Dos.

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Creía en los fantasmas, y más cuando me convertí en uno...


10•09•2017

Escribo por mi aburrimiento.

Tres años después de haberme graduado de una relevante academia de arte, me encuentro perdida en la inmensidad de la Ciudad de México, y después de una fuerte discusión con quienes en su momento consideraba mis compañeras de apartamento, tomé la particular elección de botar el sitio con ellas y buscar otro, algún otro que pudiera darme asilo con la miserable cantidad de $2,500 como pago de renta. Y que por supuesto aceptaran que mi refugio sería compartido con el cachorro de labrador que ahora me acompaña; y sí, yo también llego a la misma conclusión, que es algo imposible.

Me devolví al nido donde fui criada, a la casa de mi madre. A ella parece no molestarle mi estancia, pero yo anhelo un espacio al que pudiese considerar como mío, sobretodo después de tan desagradable experiencia de vivir en conjunto.

Además, lo poco que gano se disuelve en transportes. La distancia de con mi madre al trabajo es agotadora y cara.

Sigo buscando sitio. Nada me convence. Me encontré con varios, algunos por más que deseara quedarme sobrepasaban mi presupuesto y otros...realmente me asqueaban, y tan deplorables se encontraban que ni siquiera mi miserable cantidad de efectivo era merecedor de algo así.

Llegué a arrepentirme de mi carrera, pff. Todo iba en picada.

Hasta que la tenue luz de esperanza iluminó una posibilidad justo después de salir de mi sitio de trabajo.

Frente a la galería, se ubicaba una construcción un tanto descuidada, de aparente antigüedad y con notables años encima. Por fuera se mostraba con tres pisos, el más apegado al suelo parecía ser un local de carnicería que por mi parte jamás divisé abierto, la cortina del lugar se encontraba casi por completo cubierta con graffitis que ocultaban torpemente la oxidada pintura metálica y solo reconocías que era un local así por las ilustraciones en las orillas de lo que seguramente en su tiempo fueron las letras que anunciaban el lugar. El siguiente piso no se hallaba en tan mal estado como el local, una pintura rosa pastel se descarapelaba de las paredes externas, una de las dos ventanas se encontraba extraordinariamente limpia con una cortina café cubriendo la vista de curiosos, la otra ventana era lo opuesto; se notaba empolvada y justo como yo le buscaba: vacía. No había muebles ni señales de habitantes dentro del cuarto que mostraba. Y finalmente, el tercer piso, éste era prácticamente invisible ante lo demás, parecía no tener importancia porque desde mi perspectiva no se observaba ventana ni resalto aparente. Devolví la mirada al punto más bajo cuando denoté que en la parte derecha del edificio se abría una puerta que daba a las escaleras que claramente te llevaban a los otros pisos y de ella salía un hombre de edad adulta, su cabello era castaño, corto y alborotado, urgido por despunte, tenía un rostro afilado y marcado por sutiles arrugas en una piel ni morena clara, exactamente en un punto medio, un bigote que batallaba con su barba y parecía forzarse mucho por salir para poblar el rostro, sus cejas pobladas se elevaron para revelar aún más sus ojos, los cuales tenían un tamaño exacto y denotaban cansancio. No eran muy grandes (como lo son los míos) ni muy pequeños, parecían estar simétricamente hechos para su rostro, una gota de sudor corría por su frente, su respiración jadeaba en profundo agotamiento, parecía que estuvo reparando algo puesto que llevaba un cinturón con herramientas rodeándole. En ello me vi obligada a denotar su alta figura, era fornido, su abdomen era casi plano y para mi desgracia resaltaba por la humedad (que supuse era más sudor) en su camiseta blanca que iba a lúcido juego con un simple pantalón de mezclilla. Al salir cerró detrás suyo y denoté como aparte de todo llevaba entre manos una lona que tenía por pleno objetivo colgar, sus brazos comenzaban a estirarse a los lados para medir donde la colocaría, eso me permitió denotar que la lona era un aviso de apartamento en renta, junto con un número telefónico que supuse era el suyo. 

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