Siete.

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Lo que vi del otro lado, dejó en mi rostro una expresión de horror imposible de describir, paralizada y aterrorizada, mi sangre se había detenido junto con mi respiración y latidos, no podía moverme, y mis ojos llorosos anhelaban por parpadear para perder de vista la escena frente mío. Era el estudio de Víctor, acompañado únicamente por el taburete, las pinturas y brochas sucias y paredes cubiertas con plástico manchado de todos los colores posibles; la chica castaña que había visto hacía un rato en el pasillo, parecía disolverse en su propio miedo, podía sentir su angustia derramada en cada lágrima de terror, retrocedía buscando una salida, observó a mi ventana calculando velozmente el salto o la caída, ¿qué tan desesperada podía estar cómo para considerar una elección así? Abrió y comenzó a gritar por ayuda, no parecía verme ni escuchar mi respiración entrecortada, al no recibir respuesta optó por tratar de subir y llevar a cabo una de sus opciones previas. Fuese lo que sea de lo que huía, la había alcanzado, no reconocía la figura que la tomaba con violencia de los cabellos, obligándola a descender del marco de la ventana y estrellándola con brutalidad en el espejo, rompiendo a su paso el taburete. Aún herida, aún sangrando a borbotones y formando una corona de sangre que descendía caudalosa a través de su rostro, encontró la fuerza para alejarse en rastra todo lo que le fuera posible, estaba condenada a perecer y yo a observar su sanguinolienta decadencia, mi garganta ahogó un grito al encontrarme con el final de tan hórrida cinemática. Terminó con ella con los mismos trozos de espejo que había roto con su cráneo ahora perforado y derramando su vitalidad en todo el suelo; luego, sin mucha condescendencia a la víctima, arrastró el cuerpo a la salida del cuarto cómo una rata a la comida que ha robado, con un sonido del arrastre de la criatura inerte apenas audible.

Un voraz escalofrío recorrió todo mi cuerpo, poniendo los vellos de punta a su paso y haciéndome estremecer, descubrí que no era sólo esa imagen la causante del rechazo ineludible de mi cuerpo que permanecía temblando, sino la baja temperatura que ahora me acompañaba y provocaba que mi respiración aún temerosa, liberara una suave cortina de humo, mi nunca pereció con esa misma sensación y, cómo si hubiera un último atisbo de compasión después de tan inenarrable acto, fui liberada y tuve la oportunidad de dar la vuelta.

LA BODEGA!" el grito de furia y dolor acompañaba a la condenada espectral que diafano, me permitía tener de cerca el daño real de la grotesca experiencia, su rostro alargado y deformado con una expresión de grito de pavor se cubría con sus cabellos ahora rojizos por la sangre entremezclada, los trozos de espejo atravesaban todo lo que en su momento creí era un bello rostro, quería romper en llanto y sentía cómo humedecía los pantalones por el pánico y, casi presintiendo que me desmayaría frente suyo, me tomó con fuerza de los hombros y repasando su frente, colocó una línea en mis ojos, de sien a sien. La misma que ahora ella tenía marcada, y en ese momento tuve la oportunidad de verme reflejada en los espejos, su imagen era la mía, el dolor y la sangre recorrían mi rostro, en mí reflejaba lo que había sentido, y yo no podía hacer nada más que desvanecerme en la punzada que sentía en mi brazo izquierdo. Me desvanecía en un infarto por el espanto. 

"b...o...d...e...g...a"


Abrí los ojos incorporándome de golpe, quedando sentada en el suelo de mi propio estudio, con Victor al lado que parecía empezar a respirar de nuevo. No dudé un segundo en empujarlo y apresurarme a la ventana, buscando desesperada la escena previa ya que no sabía qué sería peor: haber enloquecido o realmente presenciar algo tan espantoso, pero no. No había absolutamente nada del otro lado, estaba todo en "orden" había pintura rosa derramada en el suelo y parecía haberse caído el taburete, fuera de eso el espejo estaba en perfectas condiciones, la ventana del hombre abierta de par en par, no había notado que mi desesperación por asomarme había hecho que tuviera medio cuerpo fuera de mi ventana, aquello ocasionó que unas fuertes manos me trajeran de vuelta dentro, liberé un grito ahogado a la par que me estremecía con el tacto, era Víctor que a la par de mi pataleo cerraba la ventana y caía conmigo al suelo.

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