Cinco.

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Abrí con mucho esfuerzo los ojos, los sentía pesar como si amarrasen dos tabiques a mis pestañas. La luz quemaba mis retinas, era tarde. Rondando las 12, tal fastidiosa iluminación delataba éste hecho. Me incorporé, el sitio estaba cambiado. No estaban mis cosas, habían muebles que parecían ser espectros por su transparencia...los mismos que vi en casa de Víctor, pero parecían ser nuevos.

Había un reloj de pared, marcaba las 12:30 PM, pero el segundero estaba detenido.

Soy el fuego que arde tu piel,

Soy el agua que mata tu sed...


Un suave canto con letras familiares invadió mis oídos, era una voz dulce y femenina. Dí la vuelta esperando ver la causante de aquello, topándome con un espejo, pero no era yo misma, mi imagen era remplazada con la de una mujer de mediana edad vestida con un camisón blanco que me era particularmente conocido, una barriga redondeada por el inicio de la muestra de su embarazo, su palidez contrastante con la tela de sus prendas, sus ojos ojerosos por falta de descanso, su cabello enmarañado que me aseguraba recién se había levantado, una silueta espectral, de brillo y transparencia, bello y lleno de melancolía.

Su voz, o la mía, dudo de ello, parecía resonar en las paredes, hasta que de golpe paré el canto, eran mis ojos pero no mi cuerpo ni mis recuerdos.

Una silueta negra abrió la puerta de entrada de golpe, dio unos cuantos pasos, la mujer en un principio sonrió. Después de un intercambio de palabras que fue inaudible para mí, tocaba su vientre y cubriéndolo como si aquello pudiera protegerlo retrocedía en sus propios pasos, negó con la cabeza, discutía y comenzó a llorar; aterrada e indefensa cayó al suelo de espaldas, retrocedió como pudo, traté de moverme, moverla, hacer algo por nosotras que en aquel momento éramos una. La silueta entró a la cocina y salió junto con un cuchillo, volvió a nuestro sitio.

Quién fuera que sea, se arrodilló y tomando su tiempo para decir una última cosa: nos apuñaló, perdí la cuenta de las veces en las que lo hizo, tomaba su tiempo, removía en nuestras entrañas. El cuchillo más doloroso es aquel que se permite la paciencia del crimen, el que aún sabiendo su pecado, no muestra el arrepentimiento merecido. Y de hacerlo, esa etapa no es ahora. Ahora es el momento de saciar su sed violenta e impulsiva.

Quería que todo acabara, y finalmente sucedió. Luego de dejar nuestro inerte cuerpo y abrazarlo con fuerza contra sí mismo, como si el momento de arrepentirse hubiera llegado a lo que le quedara de consciencia. Lloró amargamente, distinguí un nombre que parecía proceder de nuestros labios.

Renné

¿Mi nombre? la conmoción del momento no me dejó en claro tal palabra, dudé de si aquello fue lo que había escuchado, de alguna manera logramos incorporarnos y, de nueva cuenta frente al espejo fui rebocada de este ambiente con un fuerte grito que me obligó a cerrar los ojos.

"¡Despierta!"

Desperté por la alarma de mi teléfono; mi nuca y espalda se hallaban sudando frío, y yo estaba en mi cama, cubierta por mis cobijas pero con un frío casi insoportable. Mi perra reposaba a un lado mío, al verme despierta movió la cola con alegría.

" Sueño más raro...ninguno" musité, liberando un gran peso de mis hombros. Sintiéndome en paz, intentando disipar inútilmente tan monstruosas imágenes de mi cabeza. Extendí mi mano en busca del teléfono para apagar la alarma. Quedé inmóvil al descubrir qué hora era.

Las 12:30 PM en punto.

Un mal aire me recorrió de pies a cabeza, esa sensación de terror de aquel sueño me invadió nuevamente. Me hizo incapaz de moverme, quería enterrarme en las cobijas y olvidarlo todo, intenté despejar nuevamente mis pensamientos, lo ocurrido con el gato y el asesinato. Un sueño verdaderamente intenso.

Retratos Carmesí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora