Cujania

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Hacía poco tiempo, mi madre y yo nos habíamos despedido cariñosa y tiernamente y, luego, se fue. Confiaba en que alguna vez nos encontraríamos, además, ya estaba lista para afrontar el futuro. Así que puse en práctica todo lo que había aprendido; cacé un impala, le arranqué la piel y me lo comí.

A medida que pasara el tiempo, yo enseñaría las habilidades de mi madre a mis cachorros y yo misma las desarrollaría poco a poco.

Medio año después, ya era una adulta y tenía un territorio propio, cercano al de mi madre. Por cierto, Embali, la gran cazadora, ya tenía quince años y seguía con su apreciada vida; estaba sola y ya no tenía que preocuparse por alimentarme o protegerme.

De vez en cuando, nos encontrábamos y nos saludábamos muy superficialmente; ya que solíamos estar atareadas y no teníamos tiempo para entrar en detalles cariñosos, pero nos respetábamos y nos queríamos.

Ahora tengo un gran futuro gracias a sus magníficas habilidades y gracias a ella.


Enseñanzas de los leopardosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora