Presentación

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Mis espadas se resbalan de mis manos y comienzo a caminar lentamente hacia la camilla.

—Déjame verla, quiero ver a...—Comienzo y Lyn alza una mano, deteniéndome a la mitad del camino.

—Limpia tus espadas.—Me ordena.—No la vas a tocar si esas espadas siguen manchadas de sangre.

—Es de supresor...—Le respondo.—Si sirve de consuelo.

—Sigue siendo sangre.

—Asesinaste a una escuadra completa de vehementi tú sola en solo treinta segundos y ahora estás cargando a la nena en tus brazos.

—Kira. Eso sucedió hace casi un año, y siempre limpio mis armas después de una batalla.

—Tenía prisa, acabo de llegar de una.

—Y el aspecto que tienen no es para nada agradable. Mucho menos lo será para ella.

—No lo va a recordar.

—¿Quieres que la primera impresión que tenga de su padre sea la de un asesino?

—Eso somos, ¿no?

—Alto general Aphelion.—Me llama el médico y me vuelvo hacia él.—Por favor.

—Está bien.—Respondo de mala gana y recojo mis espadas, salgo del cuarto, desciendo el edificio completo por las escaleras y busco el lago más cercano para enjuagarlas.

A unos metros de distancia de mí, veo un pequeño riachuelo correr por en frente del edificio y me dirijo hacia allá. Al llegar me agacho y con cuidado, dejo a ambas a mis costados en el suelo y me quito el casco, con los guantes de mi armadura recojo un poco de agua y sumerjo mi cara en ella, el agua va cayendo lentamente colándose entre mis dedos y yo recojo otro poco para volver a sumergir mi cara en ella. Tomo a Malevolencia y lentamente comienzo a bajarla hacia el río.

—Yo no haría eso.—Me advierte una de las mujeres de los soldados antes de que la punta de la hoja de Malevolencia toque el río.—Éstas aguas son limpias y puras.

—Tengo que limpiarlas.—Le respondo.

—Suponía que todos los soldados iban a partir a la guerra. Mi esposo está allá.

—Tuve que volver. Mi...

—¿Amada?

—Se puede decir...

—Noto inseguridad en tu tono, muchacho.

—Sucede que ambos, ella y yo, somos dos de los altos generales de la orden, pero no hay nada formal entre nosotros y cuando nuestra guarnición se enfrentó a uno de los líderes del enemigo, sucedieron algunas cosas por ahí.

—¿Te acostaste con una chica que no es tu pareja?

—Solía hacer eso antes de iniciar mi carrera militar. Y volvió a pasar.

—¿Qué clase de soldado eres?

—Soy el hijo de un clarividente muerto. Y sucede que el engendro que ella tiene entre sus brazos es mío... mía. ¿Sabe en donde puedo limpiar mis espadas?

—Dámelas, vuelve con ella y búscame aquí.

—¿Qué? No. Éstas espadas no se le confían a cualquiera.

—Soy la mujer de otro alto general.

—No cambia las cosas. Benevolencia y Malevolencia fueron creadas por el mineral más puro que jamás pudo haber sido creado, y no se las puedo confiar a nadie.

—Debe conocer al alto general Cross.

—¿Cómo consiguió ese inútil a alguien como usted?—Le pregunto confundido.

Renacer #6 - Los Actos De Las LeyendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora