Despierto con mis muñecas atadas a un par de cadenas atadas al techo de un cuarto pequeño y maloliente y bajo la mirada, veo mis pies atados a una cadena que se sostiene en el piso y me quedo quieto.
—Debo admitir que no esperaba que fueras a traicionarme.—Suelta Uxellodunon entrando al cuarto.—Pensaba que ibas a honrar tu pacto.
—Yo pensaba que me ibas a descubrir rápidamente.—Le respondo.—En cambio, no te diste cuenta hasta que herí a Tulianum. Por cierto. ¿Cómo está su herida? ¿Le gustó?
—No intentes jugar conmigo.
—Ya lo estoy haciendo.
—Podría asesinarte ahora mismo, pero te necesito vivo para que veas cómo tu amada y tu hijo son asesinados por Tulianum y por mí.
—Morirás antes de que eso se haga realidad.
—Ellos van a morir, y tú vas a estar ahí. Te lo prometo.
—No, tus hermanos van a morir a sangre fría por mi mano y tú... vas a estar ahí. Te lo prometo.
—¿Tú? Estás encadenado, y así te vas a quedar hasta que la fania esté muerta.
—Yo no estaría tan seguro.
—No tienes modo de escapar.
—A menos que reúnas a un nuevo ejército igual de vasto que al principio de la guerra y la energía de tus tropas atraiga la atención de los clarividentes. Entonces vendrán por mí... y yo por tus hermanos para acabar con todos ellos uno por uno en frente de ti.—Suelto una carcajada y Uxellodunon me golpea, me detengo y luego alzo la mirada hacia él.—¿Es fácil, ¿no? ¿Te das cuenta de que solo puedes golpearme si estoy encadenado?
—Te desencadenaré y voy a cortar tu cabeza para después lincharla en los límites frontales de mi campamento para que cuando tus amigos lleguen puedan ver lo que sucede con los insolentes como tú.
—O yo a tus hermanos, y voy a recorrer cada rincón de la galaxia cargando con sus cabezas para recordarle a sus habitantes qué es lo que sucede con los débiles.
—Deja de jugar a ser el héroe.
—Y tú deja de jugar a los soldaditos.
—¡Suficiente!
—¿Te acabo de pegar en el orgullo?—Le pregunto con un tono burlón.
—He dicho que te calles.—Me responde Uxellodunon y se va.
—No puedo creer que me obliguen a dormir en un cuarto así de desagradable.—Murmuro.—Qué groseros.
Intento flexionar mis extremidades pero no puedo, las cadenas están tan bien medidas que no me permiten hacer absolutamente nada. Apunto mis dedos hacia los sujetadores y disparo algunos rayos para intentar liberarme y el metal absorbe mis rayos. Utilizo mis alas para cortar las cadenas y esta vez, los eslabones se rompen, caigo al suelo y con mis manos rompo los seguros de las cadenas.
Me levanto del suelo y me asomo a través de una rejilla, veo como los skouro han reunido un nuevo ejército tan masivo que dobla e incluso triplica el número de soldados que solían usar en el pasado y me aparto de la ventanilla.
Busco el comunicador que suelo guardar en el peto de mi armadura y lo saco, le doy la espalda a la puerta y lo prendo, Satán se ilumina en el comunicador holográfico y suelta un suspiro.
—Ah, Aphelion.—Me dice.—Me alegro de que estés bien, la alta general Lyn me dijo que Tulianum y Gobanno te habían secuestrado, pero es imposible que eso pase. Sal de donde estés y vuelve al centro de comando.
—Estoy en una celda. Uxellodunon no me va a dejar salir y ha reunido un nuevo ejército aún más amenazador que el anterior.
—¿Cuántos son?
—Han triplicado el número de soldados que solían usar en el pasado.
—¿Entonces estás hablando de dieciocho mil legiones de soldados listos para arrasar con la orden?
—Con la galaxia. Necesito que la flota de Araquiel venga a las coordenadas que estoy a punto de mandar y acabe con ellos antes de que sea demasiado tarde.
—Entendido, le pediré que prepare a sus tropas. Pero necesitaré que seas paciente.
—Esperaré el tiempo necesario para que ustedes lleguen. Aphelion... ugh.
Uxellodunon me toma del casco y comienza a apretarlo, el comunicador se me cae de las manos y Uxellodunon lo mira.
—Contactando al enemigo desde una celda de la que se supone que no deberías escapar.
—Tu ejército va a ser vencido.—Le respondo con poca fuerza.
—No lo creo.—Replica y mira a Satán.—Tú. Diles a tus soldados que les propongo un cambio.
—No te voy a entregar nada.—Le responde Satán.
—Voy a matar a Aphelion si no lo haces.
—Mátalo...—Le responde Satán.—Y voy a usar un nuevo juguete que mi gente ha desarrollado para destruir planetas enteros. Y es capaz de borrarlos a ti y a tus hermanos de la historia.
—Vas a necesitar mucho más que eso para hacerme cambiar de opinión. Entrégame lo que te voy a pedir.
—No lo hagas.—Le pido a Satán.
—Uno...—Comienza Uxellodunon.
—Satán, déjame.—Insisto.
—Dos...—Continúa Uxellodunon.
—Satán.—Lo llamo.
—¿Qué necesitas?—Le pregunta Satán a Uxellodunon.
—A la alta general Lyn.—Responde Uxellodunon.—Si ella no llega sola, Aphelion muere, si no aceptas mis exigencias, Aphelion muere.
—No se la entregues.—Le pido a Satán.
—¿Qué es lo que quieren de ella?—Vuelve a preguntar Satán.
—Al descendiente que ella carga dentro de su vientre. Después podrán llevársela.
—Satán.—Insisto.—No...
—La alta general Lyn estará ahí para el anochecer.
—La quiero ahora.—Insiste Uxellodunon.
—Dos horas.—Replica Satán.
—Media hora... o Aphelion muere.
—Déjame morir.—Le ruego a Satán.
—Lo lamento, Aphelion.—Me responde.—Pero no voy a perder a otro alto general por una figura que aún no llega.
Uxellodunon lanza un débil rayo hacia mi pecho y lo marca con el tiempo que tiene Satán para entregar a Lyn, me azota contra el suelo y se va, pero con los dedos de mi mano izquierda y mis ultimas fuerzas, logro recitar las coordenadas del planeta en el que estoy.
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Renacer #6 - Los Actos De Las Leyendas
ActionAphelion ha traicionado a la orden para salvar a sus hermanos de armas, pero lo ha conseguido a un alto precio: acaba de perder la confianza de sus compañeros.