Novena pesadilla.

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Me mira con cierto desagrado pero no articula ni una pequeña palabra.

—Te lo ruego.

Me incorporo, mi piel duele, es como un choque eléctrico que recorre cada parte de mi pequeño cuerpo.

—No diré nada, te lo juro.

Él niega con la cabeza y luego de eso se levanta bruscamente.

—Paulina, nunca te irás de mi lado.

Mi mente se llena de pensamientos negativos cuando su voz sale como un disparo, como cuando tu madre te grita por haberte portado mal.

—Duerme.

Y sin más decir, sale de la habitación.

De nuevo estoy sola, en la oscuridad.

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Después de haber tenido una larga charla con mi psicólogo y tener un interrogatorio con los agentes, al fin puedo respirar con un poco de tranquilidad.

Los policías dijeron que estarían buscando a André y no iban a dejarde rodear la zona. Sólo así me siento una fracción de segura en mi propia casa.

Mis padres también se fueron, a pesar de que yo estoy en peligro debían ir a una cena con los jefes de ambos. Así que estoy sola con mi hermano.

Opto por dirigirme a la habitación de Kile, no lo volví a ver desde que todas aquéllas personas estuvieron en mi hogar.

—¿Kile, estás? - toco con suavidad la puerta.

Nada.

Intento de nuevo.

—¿Kile?

Nada, ni un ruido.

Decido abrir la puerta lentamente para luego entrar a la habitación y encontrarme con la nada.

Kile no está.

Un escalofrío entra de golpe a mi sistema.

Estoy sola.

Completamente sola.

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El ruido de la puerta abrirse hace despertarme después de un largo sueño.

No hago ningún movimiento que haga que él notase que estoy despierta.

Algo de luz pasa a través de mis ojos y se que ha entrado con una linterna, siento sus manos acariciar mi cabello para luego sentir sus caricias en mi abdomen.

De pronto se detiene y la cama se hunde.

—¿Sabes algo? Eres demasiado hermosa.

Su voz es algo ronca, pero aún así, no respondo.

—Me encantas.

De repente oigo unos ruidos extraños a mi lado.

—Me gustaría tocarte.

Gime, por algún motivo lo hace. Y ahora entiendo todo.

Mi corazón comienza a acelerarse, así que abro los ojos y es cuando lo veo.

André está completamente desnudo frente a mí, su miembro erecto da a mi rostro mientras el lo está frotando. Tiene los ojos cerrados y está empapado en sudor.

Mi cara produce un gesto de asco y mi garganta crea un sonido desastroso provocando que abra los ojos y me mire.

—Estás despierta.

Me incorporo a la esquina de catre y volteo a otro lado.

—Vete.

De pronto jala de mi cabello y me empujan a la cama, se coloca encima de mí mientras yo pataleo con mis piernas.

Toma mis brazos con una de sus manos y pone todo su peso en mis piernas evitando que pueda moverme.

—André, suéltame.

Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas porque se lo que va a hacer.

—Eres maravillosa.

—André...

Su mano libre comienza a amarrarme a los extremos del catre, intento safarme pero es en vano todo movimiento.

—¡Suéltame!

Sus manos levantan mi blusa dejando ver mis pechos en el sostén. Comienzo a gritar y patalear, quiero que me suelte y que deje de tocarme.

—Eres una diosa.

Se inclina ante mis pechos para quitar el sostén y comienza a morderlos. Duele, sus dientes incrustarse en mis pechos duelen.

Se levanta y tira de mi para comenzar a jalar mi pantalón y mi ropa interna. Pataleo lo más fuerte que puedo y aún así logra su cometido. Estoy desnuda ante él.

—André, suéltame.

—Te voy a coger ahora mismo.

Y sin poder hacer nada ya se encuentra encima de mi cuerpo, es cuando el dolor se vuelve insoportable y se que ya está dentro de mi.

—No sabes que ganas tenía de estar dentro de tu intimidad.

Gritos y sollozos salen de mi, tiro de las cuerdas para apartarlo pero todo es en vano. Su cuerpo golpea mi cadera, duele todo sus movimientos. El gime en varias ocasiones y aprieta mis pechos con brusquedad.

Su cuerpo se balancea incontables veces sobre mí, su miembro golpea mi interior con brusquedad.

Lloro, es lo único que queda, por más que patalee y grite nadie me oirá. El dolor en la pelvis y en mis pechos es insoportable.

Estoy en el infierno.

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El buzón vuelve a sonar y cuelgo.
Van casi 10 veces que llamo a Kile y no obtengo respuesta de su parte.

Me siento desprotegida al saber que no hay nadie en casa a pesar que fuera de casa tenga policías cuidando mi integridad.

De repente llega una llamada y sin ver el registro contesto.

—¿Kile?

—Soy yo, amor.

El mundo entero se detiene.
Es él.

—André...

*Un recuerdo más*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora