4. Hotman.

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¡HOLAAAA! ¿Saben? Estoy orgullosa de mí misma porque esta vez no tardé tanto, así que con todo el amor del mundo, dejo ante ustedes este capítulo, con la ilusión de que lo disfruten tanto como yo.

***

—Aleja tu maloliente pie de mi cara —gruñí en dirección de Eleazar, quien se metía un puño de palomitas a la boca sin ningún tipo de vergüenza.

—¿Otsi no squéch? —me retó mientras movía sus dedos de los pies de una manera graciosa frente a mi cara, aunque después de eso lo alejó.

La tarde había transcurrido entre tareas, risas y comida, así que ahora que ya había anochecido habíamos decido poner una película y engordar juntos, lo típico de los amigos.

Sólo que, aunque con Eleazar me la pasaba de maravilla, daría lo que fuera porque Angelina y Chad estuvieran también.

—Está aburrida —me anunció, con voz pesada.

Sí, bueno, yo por alguna razón había empezado a tener un gusto enorme por las comedias románticas, quizás porque así mi vida amorosa parecía menos un chiste. Desgraciadamente para Ela, él las odiaba y por lo general las tenía que soportar cada vez que se quedaba en mi casa.

—Me tenías con el pendiente, eh.

En respuesta recibí uno de sus dedos dentro de mi nariz.

Primera reacción: ugh, puaj, diuc.

Segunda reacción: yo lanzándome sobre Eleazar, tirando todas las botanas, tratando de golpearlo hasta que me pidiera una disculpa.

No funcionó.

 En menos de un minuto, Eleazar me tenía en el piso, debajo de él y bien controlada. Traté de arañarlo, lamerlo o golpearlo en partes bajas, pero su peso y fuerza me tenía completamente inmovilizada.

—Te dejo si me pides una disculpa, si dices que soy mejor que tú y que lo que tú ves es cine barato —dijo, mientras yo me revolvía con todas mis fuerzas, inútilmente.

—¡Nunca! —grité, sin dejar de luchar por liberarme—. ¡Jamás! ¡Antes muerta! ¡Ni en un millón de años!

—¿Segura? —me preguntó mientras hacía danzar sus cejas de forma divertida—. Entonces me vas a obligar a usar mi arma mortal.

Acto seguido, unos sonidos repugnantes salieron de su garganta. Temí lo peor.

Me revolví con todas mis fuerzas, grité a todo pulmón, hice de todo lo que estuvo a mi alcance para evitar que ese hilillo de saliva que cada vez se hacía más largo y más delgado tocara cualquier parte de mi cuerpo.

Pero de pronto la canción de “Counting Stars” empezó a sonar, y por varios segundos ambos nos quedamos inmóviles tratando de localizar el origen del sonido.

Lapso que yo aproveché para levantar mi rodilla con un movimiento rápido y salir corriendo hacia mi celular mientras Eleazar se preocupaba por no haber quedado privado de un especial día del padre.

Salté por el sillón como si se tratara de un relevo y corrí a toda velocidad hasta llegar a la mesa de la cocina, donde había dejado mi celular.

Por la emoción del momento, ni si quiera me detuve a ver de quién se trataba, simplemente deslicé mi dedo y pegué el aparato en mi oreja.

—¿Si? —contesté en un jadeo.

» ¿Eh?, ¿Gisselle? ¿Eres tú? —se escuchó la grave voz de mi padre.

Locos y enamorados (EDUI #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora