Marco estaba recostado en la cama, sin camiseta y con unos pantalones que Sandy en toda su benevolencia le había dejado. Dudaba que Kaleb se los volviera a poner ni una sola vez más.A mí me había dejado un pijama suyo, así que fui al baño y me lo puse; un corto camisón satinado rosa con encaje. Estaba segura de que era nuevo, era una talla más grande que la mía y no recordaba haberla visto cuando dormía en esa habitación.
Me tumbé en la cama junto a Marco, estaba cansada, pero también completamente segura de que no podría dormir. Se inclinó hacia mi y besó mis labios. El beso fue aumentando, pronto se encontraba sobre mí.
— Quiero hacerte mía. —murmuró. Su voz era muy grave.
— Marco...—Gemí levemente. Éste me besó y me calló, quizá tratando de arrebatarme la posibilidad de echarme para atrás.Introdujo su mano en el interior del camisón y la subió hasta llegar a mis pechos. Los palpó, y sentí como hacía especial ahínco en la zona de la cicatriz.
— ¿Tienes una cicatriz?—me preguntó— déjame verla.
— Apartate de mí —le ordené— ¡alejate de mí, joder!Inmediatamente me levanté y observó como salía corriendo de la habitación. Estaba harta, cansada de lo mismo siempre. No podía involucrarme con él, ni siquiera contarle mi pasado, porque no pensaba que en un futuro el tendría lugar en mi vida.
Di un portazo y corrí escaleras abajo. Las puertas del castillo estaban cerradas, cuándo por las noches siempre se dejaban abiertas, o al menos eso era antes.Nada era lo mismo, ni siquiera yo. Y tampoco lo sería mañana, ni pasado. Cada día cambiamos, algo nos hace más fuertes, o nos hace aparentar una fingida debilidad. En cualquier caso, solo era una mala forma de madurar.
— ¿Ky?—la voz de Kaleb me sorprendió— ¿Estás llorando?Me sorprendí a mi misma por estar llorando. Había más de diez años que no derramaba ni una sola lágrima y no estaba acostumbrada a ello.
— ¿Te ha hecho algo Marco? Porque te juro que voy y le mato.—me prometió.
— No ha hecho nada malo, nunca lo hace.
— Entonces, ¿cuál es el problema? Puedes confiar en mí.Levanté el camisón sin miramientos y señalé la cicatriz que él ya había visto con anterioridad.
Entonces lo pensé, él nunca había hecho ningún comentario al respecto.
— Tú nunca dijiste nada —murmuré— no te reíste, ni preguntaste por ella, ni la tocaste... ¿Por qué, Kaleb?
— Es sólo una marca de lo fuerte que eres. Quizá sea una de las partes que más me gustan de tu cuerpo, sea quien sea que vea esa marca, pensará que ya bastante te ha jodido la vida como para permitir que otra persona lo haga. No sé, me gustaba. Me gusta.Bajé el camisón y le miré a los ojos. Aún seguía llorando.
— Desde que supe que podía rechazarte quise hacerlo —le dije.
— Basta, Ky. —pidió con algo de dolor en su voz.
— Llamaste mi atención en un segundo, me gustaste al segundo día y al quinto ya te quería, explícame Kaleb, cómo iba a ser fuerte si sólo con verte me volvía débil e insegura...
— Es duro —rió sin gracia— apareces y desapareces cómo te da la gana, ¿cuál es tu problema? ¿Te molesta sea feliz?Mordí mi labio, seque mis lágrimas y alce la cabeza. Kaleb no conocía a la fiera que acababa de desatar.
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La leyenda del Alpha. | A. Ponce
WerewolfLa leyenda proclamaba que el lobo de la paz renacería, uniendo así todas las manadas y liderándolas en una batalla sin precedentes. Lo que no contaba, es que el lobo, no sería más que una adolescente.