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—T-tú... ¡tú, cómo te atreves! —jaló de las cadenas que la ataban, su mochila yacía a un lado suyo y ahora sólo vestía con una camisa holgada. Su corto cabello se pegaba a su frente por el sudor, lo que más destacaba era el brillante corinto en sus ojos, la chica estaba furiosa, le gritaba mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

Acababa de ver la muerte de su familia, ella no estuvo para protegerlos aún cuando el asesino estuvo a su lado desde hace tanto tiempo.

La persona frente suyo sonrió, ojos azules y albino, algo que lo hacía destacar en aquella pequeña ciudad.

—de nada —la mirada de la chica cambió, no podía seguir gritando o terminaría con la garganta desgarrada, sin embargo aún podía intentar matarlo con la mirada. Perder las esperanzas era algo malo ¿no? Asriel siempre le había dicho aquello.

—Eres un maldito, Sans. Piérdete en el infierno —bufó de forma altanera y dejó de jalar las cadenas que le impedían sentarse. Sans soltó una risa.

—estás a mi merced y aún así me insultas. envidio tu habilidad, niño, pero si eso quieres... nos vemos en el infierno —salió de la habitación dejándola sola. Miró nuevamente el lugar en búsqueda de algo que la ayude, nada. No había nada, sólo estaba ella atada al techo con cadenas.

Maldijo haberle dado esa confianza, el haberle presentado a su familia, ahora los había perdido por hacerlo. Cuando él le prestó la atención que necesitaba en ese momento cayó en su control total, y apenas lo notó, sin embargo fue ya demasiado tarde; su familia había pagado las consecuencias de su pasado.

Sus lágrimas comenzaron a caer al suelo, odiaba sentirse de forma tan débil pero extrañaba a su madre, a su hermano, a su padre, ¡incluso a su molesta prima! ¿Cuánto tiempo había pasado desaparecida? ¿Una semana? ¿Un mes?

¿Un año?

Sonrió de forma nostálgica, recordando el por qué estaba ahora en esta situación, ella había confiado en él. Creyó que si lo acompañaba no le harían daño a su familia, estuvo equivocada. Todos murieron en manos de ese maldito comediante a medio tiempo... ¿cierto?

No, igual cabía la probabilidad de que Sans estuviera tratando de usarla. Podría haber hecho esas escenas con otras personas inocentes, sabía que él era capaz hacerlo, al igual que ella lo fue en un pasado.

Sin embargo ahora debía concentrarse en su presente, sus hombros comenzaban a pasarle factura por tanto tiempo en esa molesta posición, podría dislocarse un hombro si seguía así. Ese día sólo recibió un trozo de pan seco, totalmente contrario a la deliciosa tarta de su madre. Sonrió recordando el sabor de una tarta de chocolate hecha con cariño y dedicación total por parte de Toriel.

Fue alguien demasiado tonta por desperdiciar tales actos llenos de cariño por parte de su madre adoptiva, volvió aún más atrás: justo a cuando vió morir a la persona que la trajo al mundo a manos de su propio hermano. Ese día huyó, la primera familia en la que cayó fue la de los "Skeleton" quienes sólo contaban con dos niños pequeños y su padre. La llegada de una chica fue grande para ellos, la trataban como uno más, debido a ello desarrolló una neutralidad en cuanto a su género, cosa que pareció no importarle en demasía pues le servía cuando interpretaba el papel antagonista en una obra.

Ella se fue de esa casa tras unos años. El menor había enfermado inexplicablemente y el albino le había echado la culpa a ella, el padre de los niños la encerró por días, preocupado por el bienestar de sus pequeños. No pudo evitar soltar una risa, recordando la primera escena en la que actuó, no, sabía que eso no era una obra, pero odiaba aceptar que aquella actuación arruinó todo;

Papyrus, el menor de ambos hermanos, yacía en el suelo cubierto de sangre, había asesinado por error a un pequeño perro que se coló en casa, el niño de apenas once tenía el cuchillo aún en manos y no dudó en acercarse a ella para ser consolado. Chara no dudó en corresponder su abrazo y comenzar a limpiar su rostro con un trapo, le quitó el cuchillo y lo tranquilizó, era ahora ella la que estaba manchada de sangre. Sonrió aún recordando, Sans la vio y creyó que había lastimado al menor, quien lucía aterrado por la idea de ser descubierto tras esa masacre al canino. "No hay problema, Paps, sólo que no suceda de nuevo. Habla con tu padre de lo sucedido, ¿nos vemos luego, está bien?.", le susurró antes de soltar una risa maniática y atacarlo, pero sin intención de hacer daño. Fue echada por ello, le dio igual y siguió su camino con una sonrisa en el rostro, pasó por otras dos familias que la desecharon de inmediato al enterarse de lo sucedido. Sin embargo aquello no sucedió con los Dreemurr, quienes para colmo suyo, eran tres albinos los que conformaban la familia.

Siguió sonriendo, ahora recordando a Mettaton, un profesor de Artes, él se dedicaba a enseñarle todo acerca de la actuación, Chara realmente adoraba estar con él. Sus primeras obras, su actitud cambiante, todo eso le hacía seguir sonriendo, ¿si nada de esto hubiera pasado ella sería una buena actriz? ¿o Sans hubiera insistido en querer verla muerta?

—hey, te traje algo de comer. hoy papyrus no te preparó nada —se encogió de hombros y le lanzó una bolsa a la cara—, ahora ve qué hacer para que puedas comer.

—Espera. ¿Dónde está mi vestido? —soltó un suspiro viendo como el albino nuevamente se retiraba. Sin embargo se detuvo antes de cerrar la puerta y murmurar algo:

—desde un principio te dije que te veías horrible vestido así, hermanito.

Y la dejó sola. Chara bufó, sabía que no servía de nada reclamarle acerca de su verdadero género. Sans era y siempre sería así, punto, aunque igual fue culpa suya el haberle permitido aquello.

Ahora debía ver cómo comer, eso era más importante. Una idea vino, anteriormente había visto a un par de arañas pasar por ahí platicando, decidió creer que no se estaba volviendo loca y dar por verdadero aquel suceso, pues los monstruos eran conocidos como leyenda en el pueblo cercano. Quizá podía pedirle que le pasaran la comida, o mejor aún, que la liberaran.

—Ah, sólo espero que sean reales.

Sister [Chara]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora