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Era el segundo día más doloroso de toda mi existencia, el primero fue ayer, el día en que me dejaste.

Tus padres me habían pedido que dijera algunas palabras en tu funeral, pero no pude. A los minutos de estar frente al ataúd mi corazón se rompió, solo con imaginarte bajo tierra me sentí mareado y sofocado; era mucho que procesar, demasiadas emociones intensas.

Cuando comenzaron a bajar tu ataúd mis lágrimas emergieron descontroladas, fue como si por fin mi adormecido corazón hubiera despertado para darse cuenta que jamás volverías.

Me fui de allí, estaba fuera de mí. Llegué a mi casa y comencé a destrozar mi habitación, tiraba y rompía todo lo que podía; mis padres corrieron para ver lo que sucedía, ellos sabían que te perdí, pero no la entendían.

Mi padre forcejeo para intentar calmarme mientras mi madre lloraba y me rogaba que me detuviera, yo solo gritaba y dejaba salir la rabia, sabía que una vez que terminara me esperaba la peor parte, aprender a vivir sin ti.

Terminé en el suelo llorando en los brazos de mi madre, mis manos estaban destrozadas por los vidrios que partí a puñetazos. Mi padre solo nos observaba en silencio, distante y pensativo.

Sentía una tristeza tan profunda que el único trozo intacto de mi alma se dispersó.

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Nunca me había sentido tan miserable en toda mi vida, odiaba ver que todo seguía sin ti. Como si tú nunca hubieras existido, me enfadaba demasiado el pensar que nadie te comprendió, que siempre estuviste sola antes de mí.

Una semana fue el tiempo en que estuve metido sin salir a ningún lado. Mis padres se preocuparon y me obligaron a ir a comprar libros a Smock'S, yo no tenía ánimos para leer una historia más; me bastaba con la que habíamos vivido.

Al principio me rehusé, pero la insistencia de mi padre fue tanta que cedí para quitármelo de encima. Cuando llegué a la tienda entré en estado de shock, estaba repleta de adolescentes y adultos; quise retroceder, pero algo me dijo que entrara. Obedecí esa voz interna y al entrar lo primero que observé fue una foto tuya en tu vestido blanco, sonreías con esa preciosa curvatura que resaltaba tus pequeños hoyuelos, como acto reflejo hice lo mismo, sonreí al verte.

Tus padres estaban aquí, Sasha, estaban aquí al igual que toda esta gente que aprecian en las fotos de tus álbumes. Incluso el dueño estaba en el centro conversando con ellos.

Me acerqué lentamente a tu foto para tocarla y las miradas curiosas me rodearon, pero yo seguí abriéndome camino para verte de cerca, al menos impresa en papel podría ver tu sonrisa una última vez. Junto a las fotos pegadas por todas partes la nuestra se encontraba en el centro, era la base de una pequeña mesita con lapiceros y papel.

El título del cartel decía "cartas de despedida". No dije ni una palabra, simplemente me dejé llevar por los sentimientos y cogí un lapicero y comencé a escribir, comencé a escribirte...

Para Sasha:

Una semana desde que te marchaste, 168 horas desde que me dejaste, 28 minutos que permanezco mirando nuestras fotos y 16 segundo, desde que decidí dejar de sentir...

Dijiste que tu recuerdo me ayudaría a seguir, me prometiste que sería capaz de soportarlo, pero no puedo, no puedo seguir sin ti. Cada vez que te busco en mi mente el deseo de correr detrás de ti se intensifica, te amo tanto que es muy doloroso; siento que mi alma se destroza en mil pedazos, que al caer cada trozo va cortando con los bordes mi interior hasta lo más hondo.

Ayúdame a soportarlo, por favor no permitas que viva sufriendo eternamente; necesito tus sonrisas para borrar la amargura de mi espíritu, quiero tus dulces labios para acallar mis sollozos. Extraño acariciar tus hermosos cabellos mientras te recostabas en mi pecho suplicante de que el momento no se terminara.

Tus ojos, eran capaces de perforar mi alma. Tú eras capaz de doblegarme, eras la única a la que permití abrir mi corazón.

Tú eras mi todo... 

Me rehúso a dejarte © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora