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Luego de aquel día intenté hablar contigo, pero tú me evitabas. ¿Había dicho algo mal?

Envié mensajes, llamé, te busqué en el trabajo; pero ya no ibas. Decidí arriesgarme y buscarte en tu casa. Fui a tu dirección y tu madre me abrió la puerta, me invitó a pasar y a esperarte en la sala, pero yo preferí esperar en el corredor.

Cuando bajaste tu cara palideció al verme, llevabas un pijama amarillo de Piolín, evite reírme por tu seria reacción. Cuando intenté acercarme tú me detuviste, dijiste que te esperara y volviste por donde habías venido.

Esperé paciente y cuando bajaste ya cambiada me tomaste de la mano y salimos de tu casa. Al llegar a un parque cercano te sentaste en el columpio y bajaste la cabeza, yo me seté en el otro y te miré en silencio; mi corazón se sentía frágil, sabía que lo romperías desde el día en que te conocí, pero me negué a escucharlo.

Ese día me dijiste que ya no querías volver a verme. Me rehusé a irme sin ninguna explicación, pero tu solo me dijiste "Yo tampoco creo en el amor".

Intenté decir algo, pero me detuve. Yo ¿A caso había cambiado mi manera de pensar?, sentí mi corazón estrujarse y mi cuerpo se estremeció al pensar que tendría que irme. Quería negar todo, quería decirte que no me importaba si no era amor, yo simplemente te necesitaba a mi lado.

Entonces tú me dijiste:

—No puedo darte lo que quieres, nunca podré... 


Me rehúso a dejarte © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora