Respiro profundamente y cierro los ojos.
Las ganas de llorar hacen que mis ojos ardieran, pero no salen las lágrimas.
Vienes y me preguntas si estoy bien.
¿Ahora eso te importa?
Tu me causaste este dolor, y después de todo actúas como si te importara realmente.
Y me rompes, me hago pedazos.
Ya no recordaba que era la amargura, hace mucho que no lloraba sola.
Me duelen los labios de tanto morderlos por la tristeza que guarda mi alma.