Capítulo 4

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Aquella mañana las enfermeras entraron despertándome a gritos, hoy era el día en el que me iban a repetir el escáner para comprobar que no fuese todo un malentendido, ¡pero no hacía falta despertarme así!

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Aquella mañana las enfermeras entraron despertándome a gritos, hoy era el día en el que me iban a repetir el escáner para comprobar que no fuese todo un malentendido, ¡pero no hacía falta despertarme así!

Después de dormir tan solo 4 horas me sentía como una zombie recien mordida. Por suerte sabía disimularlo bastante bien porque nadie me hizo ninguna pregunta extraña. Antes de entrar en aquella sala donde se encontraban doctores a los que no había visto en la vida, me gire hacia donde se encontraba mi madre y la abrace. Pude notar como se le escapaban algunas lágrimas, ya que al ser ella más alta que yo estas acababan en mi pelo, me separe de ella y le dedique una de mis sonrisas.

La prueba duro una media hora o así, al finalizar me levante de la camilla pero no aguante ni dos segundos en pie. Al rato me encontré de nuevo en mi habitación, abrí los ojos y vi a mi madre abrazada a una enfermera llorando, esta al notar que me había despertado vino corriendo hacia a mí.

- Anna, ¿te encuentras mejor? - Me pregunto la enfermera.

- Si, siento haberme desmayado antes. - Dije.

- Tranquila, no eres la primera que se desmaya y siento decirte que las pruebas que te quedan son muy duras y puede ser que te desmayes más veces.

- Entiendo, ¿entonces los mareos y el que desmaye es debidos a las pruebas? - Pregunto mi madre un tanto asustada.

- Deberíamos hacerle un cardiograma y tomarle la tensión continuamente, para averiguarlo. - Dijo Rubén entrando a la habitación. - Por cierto, mañana te harán un cardiograma y visitarás al oftalmólogo para que te revise la vista.

Yo solo asentí, tenía mucha hambre ya que debido al escáner no había desayunado, por suerte la cocinera entro por la puerta en ese momento con mi bandeja en la mano. Les mande una mirada para que me dejaran comer tranquila y acto seguido estos tres desaparecieron de la habitación.

Acabe pronto y decidí salir a dar un vuelta por la tercera planta, menores. Este hospital era extraño tenía una planta para los niños pequeños y otra para los supuestos niños grandes.

Iba vagando por los pasillos, sumergida en mis pensamientos cuando me choque con alguien:

- ¡Auuu! - Dije tirada en el suelo.

- Lo siento, ¿estás bien? - Dijo aquel chico ayudándome a levantarme.

- Sí, esto... ¿eres Dani, no? - Dije un poco confusa al notar que él no me reconocía.

- No, soy su hermano Jesús. - Dijo este riendo. - ¿No te ha comentado que tenía un gemelo?

- Supongo que no salió el tema. - Dije devolviéndole la sonrisa.

- Por el pijama debo de suponer que estas ingresada, ¿me equivoco? - Pregunto él.

- Así es, llevo ingresada desde ayer y ya me quiero ir a casa. - Conteste estresada. - Y por cómo vas vestido, me refiero a con ropa normal, o vienes a visitar a alguien o estas con un familiar, ¿puede ser?

- La verdad es que estamos con nuestra abuela que lleva ingresada desde el domingo y ahora iba a visitar a un amigo del instituto que tuvo un accidente ayer por la tarde, si quieres me acompañas que veo que te aburres. - Me dijo mirándome a los ojos. Acto seguido me sonroje. Soy una persona que se sonroja con facilidad, pero no es normal que con solo mirarme a los ojos me sonroje. Cuando él lo notó se le escapó una carcajada y yo decidí darle la espalda.

Continúe caminando hasta llegar a mi habitación y me encontré con una segunda camilla alado de la mía, al principio me molestó un poco el hecho de que no me avisasen, pero pensé en que sería porque no habría ni tiempo ni espacio para todos los internos, ya que el hospital estaba a rebosar de gente. De repente, oigo que se abre la puerta, así que decido girarme y lo primero que veo es la silueta de un niño en una silla de ruedas.

A dos pasos de la felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora