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Empezaré diciendo que ese beso había sucedido el día anterior debajo de las gradas de la cancha de la escuela. Fred estaba en educación física y yo buscaba algo para hacer fuera del salón, ya que el profesor no había podido venir.

El caso es que vi a Víctor acercarse a mí, mirándome fijamente, de seguro queriendo hablar conmigo —o regañarme, como era común entonces—, por lo que me escapé hacia el patio y caminé lo más lejos que pude, llegando así a la cancha.

Lo primero que pude ver fue a Dayana quejándose de las vueltas que les mandaba el profesor. Luego pude observar a Fred corriendo sin preocupaciones. Y se veía guapísimo, por cierto.

Me senté en las gradas para poder verlo de la manera más discreta: junto a otras personas que no tenían nada que hacer, al igual que yo.

Lo interesante llegó cuando terminaron de correr y el equipo de fútbol empezó a practicar, razón por la cual el resto se fue a donde quiso.

Y Fred vino hacia mí.

—Hola, Ally —mi sobrenombre sonaba mejor cuando él lo decía.

—Hola —le respondí sonriente, algo nerviosa.

Era normal hablar con él cuando estábamos rodeados del resto de los chicos, divirtiéndonos o escapando de clases; pero, estando solos, era como si todas las veces que había interactuado con él no hubiesen existido.

Me sorprendió mucho que me dijera que lo siguiera hasta detrás de las gradas, un lugar no muy privado, ni tan público.

Lo que hicimos fue sentarnos en el suelo a conversar un rato, a bromear, reírnos; me sentí bastante bien a su lado, pues, aún sin tener al resto con nosotros, podíamos llevarnos bastante bien.

Fue entonces cuando dijo lo siguiente:

—He notado que últimamente me miras mucho —soltó como si nada, sonriente y seguro, su posición típica. Yo exploté por dentro.

—Yo... pues —balbuceaba sin saber qué hacer, mi vergüenza era notable.

—Oye... —se rio, acercándose más a mí. En ese punto, ya nuestros brazos se tocaban—. Yo lo he notado, pero ¿tú no has notado que yo he estado mirándote también? —mostró sus perfectos dientes con una tierna sonrisa.

—¿Qué? —mis mejillas ardían.

—Eres linda —acercó su rostro al mío. Nuestra diferencia de estatura era poca. Para mi edad, yo era algo alta y él me pasaba por algunos centímetros. Por ende, y estando sentados, no tuve que alzar tanto la cabeza para encontrarme con sus ojos.

—¿Soy linda? —sonreí embobada. Ningún chico, aparte de Víctor, me lo había dicho antes.

No respondió, sólo se inclinó y me besó. Yo creí que era un beso lleno de mi propia definición de amor; sin embargo, viéndolo ahora, no era nada más que algo vacío. Y para mi vieja yo, fueron los mejores siete segundos que tuve hasta ese punto de mi vida.

No sabía qué decir. Estaba estupefacta por lo que acababa de suceder, y todo lo que Fred hizo fue sonreír.

Y así, señoras y señores, es como enredas a una chica ingenua e inexperta en una trampa llamada ''amor''.

Eso fue el principio de lo que podría llamar "un romance de novela'', lo que significaba escaparme, mentir y ocultarles cosas a mis padres repetidas veces. ¿Para qué? Para que la historia tuviese un final triste y decepcionante.

Hoy en día me pregunto si de verdad quise a Fred, si lo que quería era tener un novio mayor, al igual que mi modelo de vida, Bella, o si fue una insana combinación de ambas cosas.

Sin importar la respuesta, fue un completo error.

Ahora me ArrepientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora