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Ya que entramos en el tema de los quince años, el primero a la vuelta de la esquina era el de Stella.

Luego de un tiempo en el grupo de Bella, ya ellas me trataban como una amiga en verdad. Pasé de ser uña y mugre con Dayana y los suyos, a ser lo mismo con estas adineradas o, cuanto mucho, preciosas chicas.

—Hoy traje las invitaciones —dijo Stella sacando de su pequeño bolso una paca de tarjeticas. Eran un montón.

Las chicas se emocionaron mucho, y yo igual. Jamás había ido a unos quince años, y este prometía ser increíble. Me sentí tan bien cuando recibí una invitación con mi nombre. ¡Me había invitado a su fiesta! Ese día no podía ser mejor.

A la última fiesta a la que había sido invitada de esta manera, fue al de Bella hace muchos años ya. La diferencia, es que aquella vez invitó a todos, y en esta ocasión solo algunos disfrutaban de este privilegio.

—El tema es de blanco y negro, a mis padres se les ocurrió que fuese un tipo de tablero de ajedrez —decía ella mientras alardeaba de la fiesta. Luego comentó sobre el servicio, la música, las decoraciones, su vestido, y esto y aquello.

Faltaban cuatro días para tal fiesta, así que debía encontrar un vestido blanco o negro perfecto.

—¡Mamá! —la llamé emocionada. Ella salió de la cocina y vino hasta mí.

—¿Qué te pasó? Pareces un arco iris —se burló de mí con una sonrisa.

—¡Stella me invitó a sus quince años! —seguramente mis ojos brillaban como estrellas al decir esas palabras.

—¡Asombroso! —se alegró—, ¿cuándo es?

—El sábado, y es en blanco y negro —sonreí—, ¿crees que podamos comprar un vestido sencillo para ese día? —pregunté más tranquila.

—No lo sé, depende de cuánto cueste, pero me las arreglaré para que lo consigamos.

Un rato más tarde se me ocurrió una genial idea. ¿Por qué no hacerlo yo misma? El curso me enseñó mucho, y ya había hecho un vestido, aunque ese era para un bebe, y fue con la constante tutoría de la amiga de mi mamá.

Eso me dio otra idea.

Al día siguiente, en la tarde, fui junto a mi mamá y su amiga a la tienda de telas. Ella aceptó en ayudarme a hacer el vestido, cosa que me puso bastante feliz. Y luego de comprar la tela y los otros materiales que necesitábamos, decidimos ir a mi casa y comenzar de una vez a confeccionarlo.

Fue una tarde divertida de telas y helados junto a ellas, y aunque no marcó nada importante en mi vida, es lindo recordar a veces los momentos felices y tranquilos. 

Ahora me ArrepientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora