Parte 7

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No sacó las oposiciones, pero tampoco volvió a su ciudad natal. Se quedó trabajando en Seul y hasta le enviaba algún dinero a su madre, llamaba una vez al mes y lo mas cortante posible.

Vivía su vida, una vida totalmente gris para los demás, luminosa para él. Eso era lo único que sabía y tampoco le importaba que los demás la viesen gris, si para él era luminosa. De la casa a la oficina y de la oficina a la casa. Si iba al teatro, él lo sabía, si desaparecía una o dos noches al mes, tampoco nadie se enteraba. Él era un tipo silencioso que pensaba más que decía.

Por eso, cuando aquel día al llegar a la oficina le dieron el aviso, no se inmutó, pero tampoco extrañó a nadie.

—Le han llamado de su casa. Parece ser que su tío ha muerto.

Lo sintió en el alma, pero nadie lo diría. Hizo su maletín, recogió algunos libros que necesitaba, fue a la oficina y pidió un permiso indefinido. Subió al viejo auto y regresó a su ciudad.

Encontró a su madre desolada. Rodeada de amigos, la abrazó en silencio. Le dio un beso en la frente y en silencio fue a ver el cadáver de su tío.

—Hola, hyung —dijo alguien a su lado.

Heo Young saeng estaba allí.

Entonces se dio cuenta de por qué se había ido. Sin duda alguna, aquel muchacho decía mucho en su vida, en sus emociones, en sus afectos...

—Hola, Youngie —respondió.

Y volvió a mirar el cadáver de su tío. Pensó muchas cosas, pero no dijo ninguna. Cuando giró, vio de nuevo a Saeng junto a la puerta.

Había crecido. Tenía dieciocho años ya muy cumplidos. Era hermoso. Más que nunca. Había amargura en sus ojos, en la comisura de sus labios. Hyun pensó en su tío y pensó en Young saeng y pensó en los cigarrillos que seguramente había fumado.

—Has crecido —le dijo inmutable.

—Tal vez.

Lo miró de refilón.

—¿No te casas?

El pareció muy asombrado. Y Hyun joong volvió a ver aquella inmensa inquietud en sus ojos.

—Pensé que lo sabías.

—¿Saber? —Y alzó una ceja.

—¿No te lo ha dicho tu madre?

—No sé a qué te refieres.

—Kim kyu jong ha muerto.

Hyun joong, que iba en dirección a su cuarto, pasillo abajo, se detuvo en seco.

Young saeng estaba apoyado en la pared. Vestía de negro. Pantalón y camisa, seguramente por la muerte de su tío. Su cabello castaño resaltaba más que nunca sobre aquellas ropas. Y los ojos tenían una honda tristeza.

—¿Qué ha... muerto?

—Hace un mes.

—¿Es posible?

—En un accidente de montaña. Se fueron de alpinismo... y se cayeron a un barranco. Él y otros dos. Lo pusieron todos los periódicos del país.

—No leo ese tipo de noticias —dijo Hyun, entrando en su cuarto y dejando la puerta abierta—. ¿Quieres pasar?

Saeng no pasó. Se apreciaba en el una inmensa inquietud.

—Lo siento. Youngie —dijo Hyun joong al rato—. Créeme que lo siento.

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