Parte 12

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Era cierto. Le parecía él. Un él distinto a todos los demás. No sabía aún si para mejor o para peor.

Pero sí sabía que la vida junto a Hyun joong nunca era monótona, ni pesada, y que le gustaría estar a su lado más horas del día y si pensaba en sí mismo como persona y en Hyun como hombre tan sólo, sentía en su ser como una sacudida. Como si de pronto deseara conocer al hombre que había dentro de su hyung.

Al hombre emocional, temperamental, despojado de todo su poder cerebral para amarlo solamente.

Lo estaba pensando en aquel instante, entretanto Hyun joong reía de una forma algo confusa, a causa de lo que el había dicho: «Tú, me pareces sólo tú.»

—No sé lo que eso significa —dijo Hyun, al rato, sin dejar de mirarlo—. Si mucho, si poco, si nada... Pero me gusta que digas eso, que pienses eso. —Sus dedos continuaban acariciando el pelo de Saeng y rodaban por su hombro desnudo y se quedaban allí como paralizados, acariciantes—. Te voy a decir una cosa. Youngie —añadió bajísimo, como si se diera una explicación a sí mismo—, debiera de sentirme enojado, furioso, condenarte mucho, censurarte. ¡Qué sé yo! Pues no. Nunca te he censurado. Nunca me sentí lejos de ti —sonrió apenas, nervioso, aturdido—. Esto es lo que no siempre comprendo. Cuando pienso en ello, me considero un extraño ante mí mismo, pero contento. Contento de ser así para ti.

Guardó silencio.

Young saeng sentía en su garganta aquellos dedos que de repente parecían electrizantes. De súbito, con un instinto raro en el, los asió y los apretó contra la mejilla. Se quedaron así, mirándose. Confusos.

Pero se miraban fija y quietamente.

Fue fácil que los rostros se acercaran y que Hyun se quedara allí, mirándolo sin arrebato, con una dulzura que denotaba la ternura misma.

Lo besó así.

Despacio.

Young saeng, tendido en su cama, alzó una mano. Le temblaban los dedos.

Sentía los labios de Hyun joong abiertos y abrió la boca.

Fue un segundo de tensión intensa.

Hyun lo soltó y la mano de Saeng quedó en el aire. Temblando, como si los dedos se perdieran unos en otros.

Saeng iba gritar, y decirle...

Pero..., ¿decirle, qué? ¿Qué cosa podía el decirle? ¿Que se quedase a su lado, que lo mirase, que lo besara otra vez?

No sabía. Pero si sabía que la compañía de Hyun joong nunca representó tanto para el. Que ningún otro hombre le hizo sentir aquella sensación de plenitud, de goce intenso.

—Descansa, querido. Tendrás que estar en la cama dos o tres días y guardar reposo y cuidarte mucho.

—Pero si el médico ha dicho que mañana podía levantarme,hyung, no ha sido nada. Ha sido todo más fácil de lo que supones. No hubo intervención quirúrgica, bien lo sabes.

—De todos modos —se diría que hablaba y procuraba no mirarlo—, yo prefiero que te quedes bien, amor. Un día... me gustará tener un hijo tuyo. Un hijo o muchos hijos.

—¡Hyun joong!

—Ahora duerme...

Se quedó solo y cerró los ojos.

No sabía si lastimaba la felicidad. Pero casi lastimaba. Era física y moral. Era todo en su vida.

¿Cómo pudo el pasar al lado de Hyun joong sin darse cuenta de que lo prefería a todos los demás? ¿Es que podía haberla cegado la creencia tan absoluta de que era su mejor amigo?

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