Prólogo: Parte 3.

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Despegando la mirada de los ojos de pupilas dilatadas de su amigo, la japonesa alzó la cabeza hacia las figuras que tapaban la luz de la luna y al verlos su boca se abrió para emitir un chillido de pavor que sus cuerdas vocales no fueron capaces de crear.

Se quedó paralizada contemplando a los engendros que se cernían sobre ellos sin poder avisarle del peligro que corrían. Sin embargo, su semblante fue suficiente para alertar al chico y hacer que se girase, firmando su sentencia de muerte. Una especie de brazo-tentáculo se le metió por la boca, abierta al ver el horror que había tenido a sus espaldas, lo agarró de la mandíbula superior y lo alejó de ella con un crujido de huesos rotos. Parecía un pez que había mordido el anzuelo y era arrastrado del paladar hacia la superficie, hacia el pescador, hacia la muerte.

El ser que aparentaba ser su amiga, por los pelirrojos cabellos que adornaban su cabeza y el bikini que desentonaba en su cuerpo de piel grisácea y aspecto putrefacto, lo levantó como su fuera un muñeco de trapo, colocándolo cobre sus enormes fauces que crecían para poder abarcar a todo el chico. La mano de este dejó caer la botella de cerveza, que se rompió al chocar contra el suelo, dividiéndose en cientos de cristales verdes.

La atención de la japonesa se desvió de ellos sobresaltada por el súbito ruido y los pequeños espejos le mostraron imágenes fragmentadas de lo que sucedía frente a ella.

Vio como el rostro, antes hermoso por la mezcla de rasgos japoneses y americanos de su amiga se había transformado en una única bocaza sibilante de la que salía una lengua amoratada, la nariz era inexistente y los ojos eran diminutos y enteramente negros.

Escuchó como la mandíbula del chico se quebraba, separándose del cráneo, y las fauces de afilados dientes se cerraron herméticamente después de engullir a su amigo, haciéndolo desaparecer como un mago hace desvanecer a un conejo en su chistera.

A pesar de estar asqueada no pudo dejar de mirar. Quería huir pero sus miembros no la obedecían. Su cerebro bloqueado solo se hacia una pregunta, que era ridícula teniendo en cuenta la situación en la que se encontraba: ¿cómo le había cabido por la garganta?

Poco después recibió su respuesta, cuando el ser fue presa de una arcada. Con un sonido repulsivo expulsó unas gotas de un liquido verdoso que cayeron sobre la ropa. Al instante, las quemó emanando unas volutas de humo. Ácido.

Horrorizada, logró moverse y apartarse de la pila humeante y hedionda de prendas que se interponían entre aquellas criaturas de pesadilla y ella.

La que había sido su amigo hacía unos diez minutos, ¿realmente había sucedido tan rápido la metamorfosis?, alargó un tentáculo en su dirección pero, en vez de atravesarla con el afilado apéndice de la punta, le acarició la mejilla, como tanteándola. El tacto de aquello contra su piel era repulsivo, duro, correoso y con un leve aroma a putrefacción.

Una pesadilla, una pesadilla.... Su cerebro se concentró en esa idea para no enloquecer y poder reaccionar.

De un manotazo, retiró de su cara el repulsivo tentáculo haciéndose un corte en el dorso de la mano, se alejó y se puso en pie. el ser emitió un siseo, agitando el deformado brazo frente a ella. Sin embargo, la japonesa estaba fuera de su alcance. Mientras, al otra criatura parecía haberse quedado dormida en pie pues no hacia movimiento alguno con la cabeza mirando hacia arriba y la gran bocaza encogiéndose para recuperar su antiguo tamaño.

La chica caminaba de espaldas hacia la pared más lejana, despacio, sin hacer ruido. La debilidad del ser era su ceguera. Sus ojos, negros como un profundo pozo, vacía no veían nada. No obstante, para contrarrestar este defecto, su oído era tan fino como el de el mejor de los depredadores nocturnos.

Al final, tras unos momentos de andar de espaldas que se le hicieron eternos, las palmas de sus manos tocaron las heladas baldosas de la pared. A cuatro pasos escasos tenía la puerta, la única salida de aquella piscina que se había convertido en la tumba de sus amigos. Mentalmente contaba:

Primer paso... Y apretaba la mandíbula hasta que le dolía de la tensión.

Segundo... Con cada musculo en tensión para no hacer ruido.

 Tercero...

Portales (detenida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora