Sus ojos se abrieron lentamente. No podía precisar que la había despertado. Se encontraba en el centro de un claro, sola. Miró a su alrededor buscando ¿qué? ¿Un camino para salir de allí, alguien que la dijera que hacía en aquel lugar, lo que la había despertado?
La luz de la luna llena en el cielo sin nubes iluminaba el espeso bosque que la rodeaba. Arboles y mas arboles muy próximos entre sí, como formado una barrera impenetrable recluyéndola en el claro. Una cárcel natural.
Se puso en pie repentinamente asaltada por una sensación de claustrofobia. Giró sobre sí misma, abarcando con la mirada todo el lugar. Ni un mísero camino de alimañas se habría en la espesura. ¿Cómo había llegado allí? ¿O quién la había llevado? ¿Para qué?
Dio otra vuelta para asegurarse de que no se había pasado nada por alto. Observó el suelo bajo sus pies descalzos. ¿Descalzos?
Los recuerdos regresaron a su mente golpeándola con su crudeza: estaba perdida en el bosque dando un paseo, el extraño firmamento, el muro, la niña... Había debido de desmayarse tras entrar en la ciudad pero entonces ¿cómo había llegado al claro? ¿Cómo había vuelto a aparecer en el bosque? ¿La había llevado el extraño de ojos de hielo? ¿Para qué?
Miró otra vez la barrera de arboles, el curioso y antinatural claro. ¿Porque los arboles no habían avanzado y entrado en él?
Demasiadas preguntas... Y no podía responder ninguna parada allí. Debía adentrarse en el bosque, buscar el camino al muro, al la protección que este le daba, porque ya dudaba de que pudiera encontrar el camino que la sacara del bosque. Tenía la sensación de que quizás no pudiera volver a casa... ¿Nunca?
Bueno, pensó, parada no encontraría camino a ninguna parte.
Dio un paso. La hierba baja y suave acaricio la planta de su pie derecho al mismo tiempo que un chillido desgarrador rompía el silencio. Su eco se extendió por el bosque sin recibir respuesta.
Buscó al emisor de el espeluznante sonido moviéndose frenéticamente en círculos, intentando no dar la espalda a ningún lugar, lo que era imposible. Había sido el chillido de una chica desesperada. ¿Otra que se había perdido como ella?
Lo volvió a escuchar dos veces más, cada vez más cerca de donde se encontraba pero las ramas y los arbustos no le permitían ver muy lejos.
— ¡Aquí, estoy aquí, ven! — gritó en la dirección de la que creía que provenían los chillidos. Lo hizo sin pesar, dejándose llevar por la corazonada de que debía ayudar a aquella chica que se encontraba en la misma situación que ella. Juntas podrían solucionarlo, dar respuesta a algunas preguntas... O al menos no estaría sola.
Sin embargo, su llamada no obtuvo respuesta. El silencio cayó sobre ella de nuevo, como un velo que amplió las tinieblas del bosque que la rodeaba.
— Aquí... — murmuró.
"Algo le ha pasado, no ha sido capaz de escapar. Estaré sola para siempre aquí perdida, si no me encuentra lo que sea que ronda por este maldito bosque" se dijo, asustada y deprimida. "Será mejor que salga y me enfrente a ello..."
Sin darle mucha importancia a donde iba, dio un paso en una dirección cualquiera, elegida al azar. Llevaba tres cuando las ramas que tenía enfrente se apartaron y una chica salió de entre ellas corriendo y haciendo gestos desesperados para abrirse paso. Al ver que estaba en un lugar libre, alzó la cabeza, que había llevado bajada para no hacerse daño.
Las miradas de las dos chicas se encontraron, miradas de sorpresa y estupefacción. Maya ahogó un grito tapándose la boca con las manos. La chica que se hallaba frente a ella era su gemela... Solo que siempre había sido hija única.