16. Confesión

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Cuando me mira, siento como si me fuera a derrumbar, pero me quedo ahí y disimulo mis nervios, aun cuando mis manos tiemblan y fallan mis sentidos: un villano podría atacarme ahora mismo y yo seguiría en el mismo estado, parado y confuso.


Toda la semana Midoriya había estado dando vueltas y vueltas en la cama. No podía concentrarse en sus entrenamientos, en las lecciones de clase; ni siquiera en lo que le decía Uraraka. Desde el beso con Toga había estado muy perdido. Se había planteado un millón de veces si lo que le gustó fue el beso, o que pareciese que Bakugou se lo hubiese dado.

Un día, le pidió un consejo a su madre, mientras la agradable mujer hacía té.

—Mamá, ¿podemos hablar?

Midoriya se asomó por una esquina de la puerta. Su madre, emocionada por que su hijo le prestase más atención de nuevo (porque con los cursos de la Yuei a penas se centraba en otra cosa que no fuera los héroes), le invitó a sentarse. Izuku comenzó a hablar, un poco temeroso de que su madre descubriera lo que tenía en mente.

—Verás...Un amigo mío tiene un problema. Resulta que no sabe quién le gusta, y ahora duda si se trata de una chica a la que aprecia mucho, o un amigo suyo de toda la vida. El caso es que no puede decidirse y se está empezando a frustrar. ¿Qué crees que debería hacer? Mi amigo...

Habla sin ninguna pausa. Su madre lo mira con una lagrimilla en el ojo, sabiendo que su hijo se hace mayor y ella ya no podrá alcanzarlo.

—Tanto Uraraka como Bakugou son excelentes personas, hijo. Solo espera y busca lo que creas correcto. ¿Seguro que no lo tienes claro ya pero solo quieres esconderlo?

La sorpresa de Midoriya es increíble. Está rojo como un tomate y se tapa la cara con las manos. Sale a toda prisa de la cocina, mientras su madre suelta unas risitas.

—¡No es eso!—grita desde su habitación.

¿Seguro que no lo tienes claro ya?

Quizás sí, pero no se atreve a admitirlo y espera, espera y espera. Hasta que se le hace imposible controlarlo más.

***

—Creo que me gustas, Kacchan.

Ni siquiera ha entrado en la casa: está ahí, parado en la puerta, sin importarle el resto del mundo. A Bakugou se le cae una gota de sudor, no sabe si por el ejercicio o por la confesión de Deku. No obstante, reacciona a tiempo, y está más cabreado que nunca.

—¡Déjate de chorradas, enano! ¿Vienes a mi casa, me interrumpes y me cuentas esto? ¿Crees que soy imbécil? Márchate antes de que acabe contigo.

—Pero...yo...

Nervios. Los dos están muy nerviosos. Midoriya ya se esperaba algo así, pero escucharlo de los labios del propio Bakugou hace que su corazón se rompa un poquito más.

—¡VETE!

Midoriya lo mira por última vez y se va con algunas lágrimas en los ojos. Bakugou, echando humo, cierra la puerta de golpe. Se apoya en esta, notando como el calor sube a sus mejillas.

Te odio, te odio, te odio. Estúpido Deku.

La retorcida mente de Bakugou - KatsuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora