// CAP 9 //

366 45 2
                                    

          

La decepción y la tristeza fueron remodelándose hasta conformar un profundo odio e incomprensión hacia lo que Cane significaba.

La mujer de Salou, Audrey, contactó con nosotros, devastada como queda una aldea de madera tras un huracán. Su casa era cómoda y hogareña. Le contamos nuestra historia y lloró. Hablamos de él, Quinn afirmaba al principio, pese que acabó usando el pronombre para la comodidad de todos.

Se notaba el dolor en el aire, la tristeza y los sentimientos encontrados. Los tres teníamos ojeras y el corazón partido. Partido por el mismo hombre.

Mi teléfono llamó mi atención, el ritmo de Arabella me avisaba de que alguien trataba de contactar conmigo. Al ver el nombre de Cane escrito junto a un par de emoticonos que ahora me parecían infantiles, mi garganta me oprimió, y solo fui capaz de susurrar un "es él".

— Contesta— me ordenó Delphine.

Lo descolgué por inercia a la orden.

— Hola amor— ¿cómo se atrevía?

— Hola— fui seco.

— ¿Como estas en casa? ¿Va todo bien?

— ¿Por qué me llamas?

— Para ver como estabas. ¿Pasa algo?— falsa preocupación.

— No, cariño, no. Solo que te extraño mucho. ¿Cuándo volverás?— yo también podía jugar a ese juego.

— No lo sé, las cosas se están poniendo difíciles.

— Tranquilo, seguro que todo se arreglará.

— Eso espero— suspiró— bueno, te tengo que dejar que estoy muy enfaenado.

"Entre las piernas de otra ingenua" pensé.

— Adiós amor— se despidió.

— Adiós— y colgó

— Nos las va a pagar ese cabrón— les dije a las chicas arrastrando las letras — va a desear que sus padres usaran condón.

ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora