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—Recordad que esa persona es, en ese momento concreto, vuestro amigo —explicó la ruda instructora Jamie—. Incluso aunque no os guste lo que esté haciendo y queráis echarle el guante, por el momento, debéis empatizar, escuchar, asentir. —Jamie golpeó la pizarra para enfatizar las palabras que había escrito allí—. No le digáis que lo que está haciendo es una locura ni una estupidez. No neguéis lo que está sintiendo. Eso sirve para iniciar una discusión, y lo que buscáis es que confíe en vosotros. ¿De acuerdo? Emmaline y Butch, manos a la obra. Em, eres la mujer atormentada que apunta a sus padres con una pistola. Y... acción.

Butch se aclaró la garganta. Em y él estaban sentados en dos sillas en la parte delantera de la clase, de espaldas el uno al otro, mientras que Shirley y Gale se hacían pasar por unos padres acobardados.

—Dime, ¿qué te ha pasado con tus padres? —preguntó Butch.

—Los odio —espetó Em al tiempo que le guiñaba un ojo a Shirley, que era la persona con la que mejor se llevaba en esa clase.

—Bueno, sí, todo el mundo odia a sus padres. A mí tampoco me gustan los míos — confesó Butch.

—No, Butch —los interrumpió Jamie—. Esto no trata de ti. Se trata de Em y sus padres de mierda. Adelante.

—Está bien —dijo Butch—. Er... Odias a tus padres, ¿verdad?

—Sí —dijo Em—. Quieren más a mi hermana pequeña.

—Bien, podía tomar como ejemplo la vida real.

—Quieren más a tu hermana, ¿verdad? —repitió él.

—Sí.

—¿Por qué crees que es así? —profundizó Butch. Em casi podía oír cómo sudaba; no es que fuera el mejor alumno del grupo.

—Porque ella es mejor. Más guapa, más lista, más estupenda.

—Ella no los retiene como rehenes —bromeó Ingrid.

—Continúa, Butch —indicó Jamie.

—Entonces... er... ¿qué debo decir a continuación?

—¿Qué tal algo de tipo emocional? —dijo Jamie—. Identifica sus sentimientos para que sepa entender la situación.

—Está bien, de acuerdo... er... y eso te parece muy mal, ¿verdad?

Em trató de no sonreír.

—Sí, ¡estoy cabreada! Por eso he atado a mis padres y les apunto con el arma.
—Aquellas escenificaciones eran divertidas.

Para ser sinceros, había mucho más trabajo psicológico en ese campo del que Em había previsto. Asertividad, empatía y escucha activa, forzar un cambio de comportamiento... Por primera vez en su vida entendió por qué a sus padres les gustaba tanto su trabajo.

—Deja que me encargue yo, Butch —dijo Jamie. Butch se levantó de la silla y la instructora tomó asiento—.Entonces, Em, sientes que no es justo que tus padres tengan predilección por tu hermana.

—Exacto —dijo Em.

—Eso debe de ser muy frustrante.

Fijaos, clase, que estoy etiquetando sus sentimientos, que fuera a ver a Alice McPhales, una anciana que luchaba contra la demencia. Todavía vivía sola, pero era cuestión de timpo que su hijo hiciera algunos cambis. Llamaba a la policía al menos s por semana convencida de que veía a gente arrastrándose por su propiedad, que era una casa aislada a las afueras de la ciudad. Esa tarde había llamado para informar de que alguien había entrado en su casa. Esa queja en concreto la recibían un par de veces al mes, así que Em no estaba muy preocupada.
Everett detuvo su vehículo policial junto al de ella.

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