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Una de las cosas que Harry recordaba mejor de Hadley era que no sabía cocinar. Incluso dos pisos más abajo olió el humo.

—No huele muy bien aquí —lo saludó Frankie cuando le abrió la puerta con su acento provinciano—. Me alegro de estar contigo esta noche, Harry, pero parece ser que algo se ha metido en el horno y se ha quemado. O podría ser la versión de mi hermana de carne guisada. Será mejor que no tratemos de averiguarlo.

—Hola, Frankie —dijo él antes de abrazarla—. Me alegro mucho de verte.

—¡Yo también, querido! Si no te importa, vamos a cenar a la Taberna de O'Rourke. Hadley trataba de impresionarte con sus dotes culinarias, pero yo recuerdo con ansias las hamburguesas de O'Rourke, así que no me importa en absoluto el giro que han dado los acontecimientos. —Se dio la vuelta en el vestíbulo para recoger su abrigo.

Harry avanzó un par de pasos en el apartamento. Había una botella casi vacía de chardonnay de Blue Heron en el mostrador. Y una foto de su boda justo detrás.

—¡Oh, Harry! ¡Estoy tan avergonzada! —gimió Hadley al tiempo que salía de la cocina quitándose el delantal—. Quería hacer una buena cena en familia y, sencillamente, no sé qué ha pasado.

Había lágrimas en sus ojos. Si había algo que Hadley odiaba por encima de todo era pasar por tonta delante de sus hermanas, todas ellas mujeres con alta capacidad intelectual. Sintió un poco de compasión por ella.

—Bueno, ha sido un magnífico gesto por tu parte intentarlo —la consoló.

Ella esbozó una pequeña sonrisa.

—Gracias —susurró—. Supongo que ya tienes asumido que, en cuestión de cocinar, nunca he pasado de ser una aspirante.

—No te preocupes por eso. Vamos, señoras, salgamos de aquí. Frankie, ¿te has hecho un tatuaje nuevo en la muñeca?

—Sí, Harry. —Ella se subió la manga—. «Con conciencia y dignidad», es parte del juramento como veterinario.

—Me gustaría que no siguieras haciéndote tatuajes —le pidió Hadley—. Es tan...

—¿Masculino? ¡Oh, Dios mío! No digas eso. Pareces la jodida Blanche DuBois.

—Bueno, para ser alguien que supuestamente ama a los animales, no has demostrado mucha pena por lo que le ocurrió a Princesa Anastasia, ¿no crees? —espetó Hadley.

—Te envié un mensaje y te llamé. ¿Debía declararlo día de luto nacional? Ese gato era más viejo que Matusalén, Hadley. Y no te olvides que me mordió cuando cumplí nueve años. Todavía tengo la cicatriz.

Las hermanas discutieron entre sí con un sorprendente fervor mientras atravesaban la zona verde, por lo que Harry se sintió un poco más agradecido por sus propias hermanas (no eran perfectas, bien lo sabía Dios, sobre todo si tenía en cuenta el número de mensajes de texto con consejos románticos que le habían enviado últimamente). Si había dos mujeres en el mundo con poco en común, esas eran Frankie y Hadley.

La Taberna de O'Rourke estaba atestada. «Cierto.» Era Mardi Gras. Colleen llevaba un vestido de embarazada y su barriga había crecido. Y eso no era lo único perceptible, pues tenía un escote de impresión gracias al embarazo y Colleen ya tenía mucha materia prima a su favor. Lucas estaba detrás de la barra, ayudando. Colleen parpadeó como reacción tardía.

—¡Oh, hola! Frankie, ¿verdad?

—Tienes buena memoria —aseguró Frankie—. ¿Eso que veo es una barriga de amor?

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