Reina de Hielo | 18

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Las lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas. Le satisfacía ver que rodaban por la madera hasta caer al agua debajo de ella. Cuántas decepciones habría de guardar el río, y ya formaba parte de ellas.

—Llorar no traerá ninguna solución. Levántate y te ayudaré a pasar por esto.

—No hay solución. Lo arruiné.

—Mañana todo será distin...

—No, Tikki, ya no. No es como las otras veces en las que pensé que todo estaba perdido. Esta vez es cierto: lo arruiné.

—Adrien está sorprendido, es todo. Necesita tiempo para procesar esto, así como tú lo necesitaste.

—¿Acaso viste la cara que puso? ¿O cómo se fue corriendo de mí? Sabía que esto pasaría —dijo, quebrándose a cada palabra.

Sus ojos estaban hinchados y ya no le quedaban lágrimas para llorar. Recordaba una y otra vez esa noche, antes del desastre. Creía haber perdido a Adrien para siempre y eso le generaba dolor, ansiedad, terror.

—Tenías que hacerlo. Se iba a enterar tarde o temprano, y lo mejor era que tú se lo dijeras.

—Si hubiera sabido que se alejaría así... no lo habría hecho. Quizás lo mejor era que nunca lo supiera.

—Marinette, ya no quiero verte aquí. Levántate.

—No entiendes mi dolor.

—Al menos —dijo Tikki, metiéndose en su bolso para extenderle un pañuelo— ten esto.

—Gracias.

Secó sus mejillas con suavidad y volvió a taparse la cara.

—Tranquila, todo... Oh, ¡no!

—¿Qué?

—¡Cuidado, Marinette!

—¿Qué? ¡Un akuma! ¡Viene hacia aquí! ¡Aléjate, no! —gritó mientras retrocedía.

Cayó sentada, con una mano en el piso y agitando el pañuelo con la otra para ahuyentar al akuma. Pero fue inútil: este entró en el retazo de papel.

La silueta de una mariposa morada apareció rodeándole los ojos. Sus cejas se juntaron y apretó los labios.

—Hola, Reina de Hielo. Te han roto el corazón, puedo notar. Descuida, nunca nadie más podrá hacerlo. Desde ahora no vas a sentir amor, y olvidarás todo lo que has pasado y compartido con tu enamorado desde el día en que lo conociste.

—Perfecto, Hawk Moth.

—Pero a cambio debes traerme los miraculous de Ladybug y Chat Noir. Tu frialdad te hace la mujer perfecta para esta tarea, no podrás conmoverte con nada. ¿Entendido?

—Lo haré con éxito —aceptó en voz baja.

De inmediato se incorporó y comenzó su transformación. Sobre su pálida piel se tejió un vestido celeste de falda larga y transparente. La parte del pecho estaba repleta de lentejuelas de hielo. Luego, una tiara traslúcida recogió todo su cabello en una coleta alta.

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora