Corazones en juego | 31

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—¡Cuéntamelo todo!

—No es para tanto, solo hablamos y acordamos no seguir peleados.

—Es broma, ¿verdad? ¿Solo eso?

—Sí, Alya —respondió y se encogió de hombros—. No sé qué esperabas.

—Mmm, no lo sé, tal vez... un beso, confesiones de sentimientos, una relación, casa, boda, ser tu dama de honor... ¿tú qué esperabas?

Marinette se medio cubrió el rostro avergonzada, hasta que sintió unas manos en su cintura.

—Buenos días —saludó Adrien y le besó la mejilla—. Hola, Alya.

La morena se cruzó de brazos y lanzó una mirada de traición antes de responder.

—Buenos días a ti, Adrien. Está soleado, ¿verdad?

—Eso parece. Oye, ¿sabes cuánto tardará Nino?

—Me avisó que está llegando.

—Ah, Alya...

—¿Sí, Marinette? ¿Algo que quieras decirme?

—Hoy me sentaré con Adrien.

—¡¿Qué?!

—Espero que no te moleste...

—Yo te dejaré mi asiento junto a Nino, si quieres, Alya.

—No, claro, no me molesta. Pero mi pregunta es: ¿qué rayos hicieron ayer? De un día para el otro todo es color de rosa, se andan abrazando y deciden sentarse juntos.

—Nada, es decir...

—Buenos días, amigos —saludó Nino mientras se acercaba al grupo.

Intercambió apretones de manos y choques de puños, y se unió a la conversación.

—Hoy te sentarás conmigo, Nino.

—Me gusta la idea.

Ninguno siguió indagando en la repentina reconciliación de Adrien y Marinette, aunque no tardarían mucho en hacer sus muchas preguntas.

Subieron al salón, donde ya había algunos alumnos. Alya y Nino ocuparon el primer banco, dejándoles el segundo libre.

—Es raro sentarse en la segunda fila —notó Adrien, divertido.

—Olvidé que el señor es modelo y siempre está en primera fila —bromeó.

—No es cierto —siguió, y codeó su brazo.

Dejaron salir unas risitas hasta que entró Chloe quejándose de algo, como era usual, acompañada de Sabrina. Se sentó en su pupitre del frente para luego sacar las cosas de su mochila. Dio un suspiro de molestia y se dirigió a Adrien.

—Adrien, ¿podría hablar contigo?

—Sí, claro —aceptó y se incorporó para seguirla fuera del salón.

Esta secuencia llamó la atención de Alya y Nino, pero Marinette ya era consciente de la situación. En seguida le cayó una sensación culposa en el estómago.

Chloe se paró de brazos cruzados en el pasillo frente a él.

—Adrien —comenzó—, no puedo seguir siendo tu amiga.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —se preocupó.

—No quiero ser amiga de alguien que no me da su confianza.

—Es que no...

—Nunca confías en mí para contarme tus sentimientos y hasta me mentiste diciéndome que no te gustaba Marinette. Me siento una tonta al recordar eso.

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora