De mí para Chat... ¿Adrien? | 3

3.3K 250 70
                                    

—¡Ganamos! —exclamaron con su choque de puños.

—Oye, Ladybug, ahora que ya terminamos... —recordó Chat Noir.

Ladybug cerró los ojos un instante y suspiró, preparándose mentalmente para la charla que venía.

—Fue el día que derrotamos a Medusa.

—¿Cómo pasó? —preguntó casi susurrando, y con sus orejas de gato caídas.

—Cuando volví a buscar el amuleto encantado, pasé por esa calle, me encontré con una chica... de pelo azul...

—¿Marinette?

—Sí... seguí mi camino, pasé por la puerta de un edificio y... te vi... pues... —admitió, como lamentándose.

Chat Noir dejó caer la cabeza en la palma de sus manos.

—¿Cómo pude ser tan torpe?

—Yo fui la torpe aquí, y lo siento de verdad. Fue un accidente fatal... Sabes que lo único que quería más que nadie era mantener las identidades en secreto...

—Está bien, Ladybug. Te creo. Sé que no me mentirías con algo así.

—¿Y ahora qué haremos?

—No tengo idea.

—¿Cómo seguiremos con esto?

—Tal vez... ¿deberías mostrarme quién eres también? —preguntó.

Era lógico, y lo correcto. Sería muy injusto no hacerlo, pero saber que bajo ese disfraz estaba el mismísimo Adrien no ayudaba. Tal como le había dicho el Maestro Fu, debía mostrarle su identidad, pero indudablemente no estaba lista para todo lo que vendría después.

—Es que no me siento... lista.

—Te decepcionaste de mí, ¿no? —preguntó desanimado. Siempre se había sentido inseguro de su forma de ser, y la chica de sus sueños lo estaba rechazando. Al menos, así lo había interpretado él.

—¿Qué? ¡No! Claro que no. Te he visto en... revistas y desfiles, eres asombroso.

—¿Entonces por qué no quieres? —cuestionó. Su anillo titiló mostrando las últimas energías. Ella lo miró, más allá de su antifaz, más allá de aquel traje negro, con los ojos vidriosos.

—Lo lamento, Adrien. Hablaremos de esto luego —dijo y secó una lágrima que estaba por caer.

Se impulso con la fuerza de su yo-yo y se escondió detrás de una chimenea para volver a su forma de civil.

—Wow, ¿qué sucede?

—Hola, Tikki. Me fue terrible con Chat Noir. Y esa no es la peor parte, aún debo decirle que soy Marinette —lamentó, cubriéndose la cara con las manos.

—¿Cuál es el problema?

—¿Y si se decepciona? ¿Y si esperaba algo mejor? ¿Y si deja de estar enamorado de Ladybug en cuanto descubra que soy yo?

—No digas tonterías. Eres una chica maravillosa, y la verdad, tiene mucha suerte de que, de entre las miles de chicas, Ladybug seas tú.

—Gracias. Pero tú no eres él, y él no piensa eso. No le intereso de esa forma. Jamás le gustaré.

—Marinette, tú ya le interesas, sólo que con una máscara encima.

—¿Por qué tenía que ser él? Hay miles de chicos pero no, él. Como si no tuviera suficientes problemas con mi propia identidad, ahora debo lidiar con este vínculo entre mis dos vidas.

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora