—Entonces me gustaría que fuera a tu taller para ver a otros diseñadores profesionales trabajando —explicaba Adrien, mientras cortaba su sándwich—. Incluso podría llevarse algo de tela, ya que ustedes usan telas de excelente calidad, ¿no?
—Adrien, tu padre no...
—Está bien, Nathalie. Lo que dice no tiene nada de malo. Puedes hacerlo, Adrien —interrumpió Gabriel. La idea de que su hijo se mantuviera ocupado le restaba tiempo para pensar en los miraculous y descubrir algo que lamentaría.
—Gracias, padre. Bien, me voy a practicar piano —anunció, dando una última mordida, y salió del comedor.
—Déjalo que se distraiga. No podemos fallar ahora.
—En algún momento deberá decirle, señor.
Gabriel bajó la mirada, suspirando.
—Lo sé.
—¿Ha pensado en cómo hacerlo?
—No. Tengo miedo de su reacción.
—Va a hacerlo tarde o temprano. Que sea temprano.
Nathalie tomó su portapaples y procedió a abandonar la sala.
Gabriel llevó las manos a sus sienes. Sabía que cada día que pasaba estaba un día más cerca de revelarle la verdad a Adrien, no importaba cuán rápido quisiera correr y escaparse. El tiempo sólo le estaba dando ventaja, pero sólo porque sabía que perdería.
...
—¿Qué apostaremos esta vez? — preguntó Adrien, tomando el control y moviendo algunos botones.
—Un beso tuyo —respondió Marinette, sonriente. Esto hizo que el rubio sonriera resignado.
—Marinette, siempre pides eso. Ni siquiera hace falta que lo apostemos. Te daré uno ahora, ¿quieres?
—Bien —aceptó satisfecha, y cerró los ojos aguardando uno de los breves besos que conocía bien.
—Yo quiero apostar una caja de macarons de tus padres.
—¿Cómo es que ya lo tenías pensado?
—Qué te digo. Vamos, elige algo.
—Mmm... qué tal... uno de los libros de diseño de tu padre, de esos que aún no salen a la venta.
Adrien entrecerró los ojos.
—Eres buena.
—¿Querías algo difícil? Ahí tienes.
—De acuerdo. Verás que puedo hacerlo. Ahora empecemos.
Marinette aferró su control y comenzaron el juego.
La habitual táctica de Marinette consistía en dejarse aplastar el primer minuto. Adrien, mientras tanto, presumía su aparente triunfo.
—Mmm.. ya puedo saborear esos macarons.
—No cantes victoria.
La joven puso en marcha su estrategia y comenzó a presionar botones, al menos, muchos más de los que Adrien había notado. Sus dedos se movían de forma coreográfica. Tres, dos, uno... la partida había terminado.
—Yo ya puedo ver ese libro en mi escritorio.
—No puede ser. ¿Cómo es que...?
Marinette estaba disfrutando su victoria, cuando se oyeron golpes en la puerta.
—¿Adrien?
—Sí, padre, entra.
Gabriel abrió la puerta y los observó, en especial a la joven, como indicio de que debía marcharse.
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La última carta
FanfictionNo es el deseo de Marinette que Adrien se interese en ella solo por ser Ladybug. Quiere enamorarlo ella, única y auténtica, y hasta ahora no había podido conseguirlo. Cuando descubrió la identidad de Chat Noir, la invadió un miedo paralizante. Supo...