Fiestas con LAfrontera en Amazon

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    La cuestión consiste en fugarse de donde estés -reflexiona Ben-, tener la menor cantidad de desilusiones y fracasos posibles. Desplazarnos sin tensar demasiado la cadena que llevamos atada al cuello... 

    Simon Fiestas procuraba hacerlo así. Se movía con soltura por los rincones oscuros. Su familia tenía dinero. Años y años de robos y estafas legales. Su infancia y juventud creciendo, veraneando con los políticos y jueces que controlan desde el principio de los tiempos la nación, la sociedad. Los Amos del Universo.

    Simon Fiestas aparece de vez en cuando por el bar. Sonriente. Hablador. Nos invita a unas cervezas. Se lo agradecemos con toda el alma.

    Simon Fiestas conoce de primera mano el paraíso. Devora los placeres. No llama la atención con su forma de vestir -le gusta llevar la chaqueta con la que murió su padre- ni con su corte de pelo ni con ningún detalle de su aspecto. Ahora está en este maldito bar y por la noche estará en una suite de lujo con una puta de lujo. Hay varios sujetos dentro de Simon Fiestas. La mentira y el éxtasis es el lema de su existencia.

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     Esta vida, alrededor de la estación, no nos lleva a ninguna parte. Y de eso se trata.

    Parte del día transcurre entre las melodías de la armónica de Robert Bloch. Se pone de pie con su viejo traje. Su poblada barba. Su puntiagudo rostro.

    Llueve desde ayer. La lluvia penetra a través de la  ropa. Las cicatrices quedan al aire. Debajo de la camiseta que a Jaime DiMaggio le envió su padre desde alguna guerra de algún país asiático no hay más que unas cuantas costillas cansadas. La camiseta rezaba: AQUÍ MURIÓ TU PADRE. Debió ser la última voluntad del padre DiMaggio para su lejano y amado hijo.

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    Yo me hubiera ido con Uba. Pero cuando miré a mi alrededor y la busqué no había nadie. Gotea la lluvia desde mi sombrero. Aprieto los labios. Traspaso la puerta de vidrio de un bar desconocido. Una voz tímida me pregunta qué quiero tomar. Es Uba. No puedo resistir la tentación de cogerle la mano. En el último momento no lo hago. La miro a los ojos. Creo que medio sonrío.


    Jack:-  Los hombres blandos, que apenas han estado con un par de mujeres en su vida, creen que para ellas es una cuestión complicada dejarse follar por un tío. Incluso, estos panolis, imaginan que sienten algo de asco de este tipo gordo, flaco o calvo. Nada más lejos de la realidad. Es un reto divertido que solucionan en un par de minutos. Hacen que se corran cuando a ellas les da la gana, cobran y  si te he visto no me acuerdo.

    Mientras habla Jack , Ben piensa que es posible escuchar el rumor de nuestros amigos muertos y da un poco de pena porque nunca podrán volver a follar en este mundo.

    Ben:-  Marilyn me contó que cuando era jovencita fue de excursión a un camping con los amigos y amigas y allí conoció a 3 italianos de más de 30 tacos cada uno.

    Los 3 se la follaron de la misma forma: El primero se la metió en el chochito y cuando iba a correrse se la metía en la boca y eyaculaba su leche caliente y poderosa. Y así uno tras otro. Para ella es un recuerdo entrañable y exquisito.

    Ben:-  Esta mañana me hacía el chulito en un bar con una camarera joven, rubia y preciosa. Ella hizo bien y rápido su trabajo. Me cortó amablemente: "Mi marido y mi suegro me...". Bebí, pagué y le dirigí una educada sonrisa.

    Espuma y cerveza fría...

(LAfrontera en Amazon )


Todos estamos muertos, pero no asustadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora