Madurar

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- Levántate Cornamenta.

-No me molestes Canuto- decía el muchacho con su voz atenuada por la almohada que cubría su rostro.

- Anoche estuvo merodeando el vecindario - irrumpió Remus como si recién se hubiese despertado, cabello revuelto con mucho estilo y un pantalón y remera gris holgada.

- ¿Merodeando?, ¿Tu solo?- preguntó Canuto entre ofendido y curioso- Somos tres merodeadores presentes y te guardas toda la diversión para ti solo.

- Fui a ver a Evans.- respondió James mientras con una mano buscaba los lentes que habían caído al suelo.

- ¿La "pelirroja sabionda" Evans?- preguntó incrédulo Black.

- Vive a unas cuadras de aquí- respondió Remus con aires de superioridad.

- ¿Sabías eso y no dijiste nada?- preguntaron James y Sirius al unísono.

- Tú vives aquí hace años y apenas te percatas de que eres vecino de Lily.

- Buen punto Lunático- dijo Sirius pensativo- No entiendo cómo se te pasó esa Cornamenta. Ahora cuéntanos qué pasó, ¿Te pateó otra vez?

- No y ya basta- exclamó con firmeza James mientras se componía lentamente y se colocaba sus anteojos, malhumorado.

- ¿No nos dirás nada?- exclamó Black con el ceño fruncido.

- ¿Qué quieren saber? La vi, HABLAMOS- enfatizó esta última palabra- y le presté mi chaqueta de cuero, eso fue todo.

Sirius y Remus oían sorprendidos la perorata de su amigo. No lo podían creer.

- ¿No hubo ni siquiera un beso?- preguntó Black algo decepcionado- Bueno, por lo menos esta vez no te lanzo con ningún objeto contundente, sino ya estaríamos recogiendo los pedazos de ti. La edad la está haciendo más tranquila- exclamó Sirius como dando una clase de biología. Remus movió la cabeza hacia ambos lados, sabía lo que se venía.

- Púdrete Canuto- dijo James poniéndose de pie.

- ¡Oye!, ¿Qué te pasa? ¡¿Cuántas veces te dije que esa chica está más loca que una cabra?! Se le piró un tornillo hace tiempo, ¡amiga de Quejicus! ya deberías saberlo.

- Ejem- Intentaba interrumpir Remus.

- ¡¿Cuantas veces te dije que no la insultes frente mío?!

- Un día te trata como un ser humano y al otro te hace sentir como un trapo con el que limpia el piso. Esta ¡LOCA!

- Te lo advertí- En ese preciso momento ambos hechiceros levantaron sus varitas. Remus ya estaba harto de aquellas peleas matutinas y de intentar ser el mediador, sabía que era inútil pues nunca arrojaban hechizos hacia el otro así que sentía que lo mejor que podía hacer era ignorarlos. Así que se echaba en un sillón con las piernas sobre el respaldo y cerraba los ojos con las manos sobre su pecho y los auriculares muggles en sus oídos, escuchando la música que salía de su pequeña radio portátil.

Sirius era un galán, ninguna chica se resistía a sus encantos, incluidas las más difíciles, pero Lily era la excepción, y sencillamente detestaba su carácter y el ceño fruncido que les dedicaba casi siempre que se los cruzaba. Era como una marca de nacimiento, como una arruga que siempre cargaba en su rostro. Además, sobre todo, no podía soportar la manera en la que trataba a James, el hermano que le había dado la vida.

El amor de LilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora