Fin

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James despertó temprano aquel día. La radio de Remus lo había traído al mundo real. Abrió los ojos lentamente, algo molesto y arrojó una almohada contra la cabeza de su amigo.

- ¿Qué te pasa?- exclamó Remus ofuscado, refregándose la cabeza.

- ¿Puedes apagar esa cosa? ¡Quiero dormir!

- Sirius, dile al idiota de nuestro amigo que es momento de despertarse, ¡Que abra los ojos y escuche las noticias!- gritó furioso a la vez que subía el volumen del aparato.

Sirius apenas oyó la disputa mañanera de sus amigos pues se encontraba muy atento a lo que decía el locutor del mundo mágico en la radio muggle. James se revolvió entre sus sábanas murmurando en contra de Lupin y Black, hasta que finalmente se compuso. Se colocó sus anteojos y sin quererlo comenzó a prestarle atención a lo que tenía por decir la radio.

- Han habido cuatro ataques a magos y brujas del Ministerio- empezó a relatar Sirius con una voz desprovista de vida, completamente aterrado por la información que había recibido- Han incendiado unos departamentos que tiene el Ministerio en Inglaterra, han asesinado a diez magos que provenían de familias muggles. El mundo mágico ha declarado un "estado de alerta permanente", temen que esto se agrave aún más. Inclusive se dice que el ministro a hablado con el mandatario británico, poniéndolo al tanto del peligro que ronda. Todavía no han identificado a los responsables pero algunos dicen que han visto una marca en forma de calavera verde antes de los ataques... e individuos enmascarados... -se detuvo. Por un momento pensó en su familia, en los Black y en su delirio por la pureza de la sangre. En esa estúpida idea que tanto lo avergonzaba. Sacudió su cabeza como intentando olvidar ese pensamiento pero aquel permaneció allí, latente en su mente. Un escalofrío recorrió su cuerpo.

James escuchó con atención las palabras de su amigo. Esos ataques inexplicables, nunca se había declarado un "estado de alerta permanente" en el mundo mágico, por lo menos desde Grindelwald. La cosa era más grave de lo que se animaban a contar. Miró su alrededor. Aquello que estaba sucediendo afuera, más cerca de lo que creía, lo perturbaba, lo sorprendía, lo descolocaba de su mundo sin preocupaciones, de eterno adolescente. Se sentía un idiota. Tan ingenuo, tan infantil, tan inútil. Volvió a levantar la vista y observó el rostro de Canuto, estaba pálido y con el ceño fruncido.

- El mundo está cambiando James- dijo Remus mientras se ponía de pie y le abría la ventana a una lechuza blanca- y debemos estar listos para ello.

El animal dejó caer un sobre traído desde Hogwarts en las manos de Lunático y se marchó volando luego de recibir una caricia de parte del muchacho. Remus leyó el destinatario en voz alta con cierta solemnidad: "James Potter". El susodicho se puso de pie y tomó el sobre con ambas manos: "¿Me habrán expulsado?", pensó para sí en aquel instante. Algo temeroso abrió el paquete y desplegó la carta frente a sus ojos, con las manos sudando de nervios y temor. Sirius había apagado la radio y se había unido a Remus para observar la reacción de James y prepararse para lo peor. James leyó la carta más de una vez, como si no pudiera creer lo que repasaban sus ojos cafés. Respiró profundamente, aliviado y le tendió la carta a sus amigos. James se echó sobre la cama nuevamente, con las manos detrás de su cabeza y una sonrisa de triunfo en su rostro.

- ¡PREMIO ANUUAAL!- exclamaron al unísono Remus y Sirius.

- ¡MALDITO GENIO DESGRACIADO!- gritó Sirius divertido, mientras se arrojaba sobre James.

- Increíble, ¿Quién lo diría?- exclamó más mesurado el licántropo llevándose una mano a su mentón- Debo decir que nos has sorprendido a todos James, iré ahora mismo a escribirle a Dumbledore, se debe de haber equivocado, la carta seguramente era para mí- dijo riendo.

El amor de LilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora