Conociéndose

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El sol se filtraba a través de las cortinas color chocolate e iluminaba el cuarto con una tenue luz. Afuera había dejado de llover. Las aves habían comenzado a salir de sus refugios y cantaban anunciando que el día, al fin, había mejorado. Aun así, ella se encontraba adentro, echada sobre su cama, jugando con su varita. Miraba el cielo raso, distraída, no se encontraba presente. Su mente viajaba no muy lejos de allí pero muy cerca de James. Se levantó de repente y sacudió su cabeza con vehemencia. Cuanto más se esforzaba por erradicarlo de sus pensamientos peor resultaba. Lily se puso de pie y bajó dispuesta a despejarse un poco. Caminar y aprovechar el escaso sol que había en esos momentos. Tomó el paraguas y se marchó de su hogar. Había caminado unas cuantas cuadras, saltando entretenida por arriba de los charcos de agua, recogiendo flores y saludando a los vecinos que como ella habían salido de sus casas al concluir el aguacero. Había comprado unos panes en un negocio francés de la zona y comenzó a comer uno de ellos, entusiasmada. Sin embargo James seguía en ella. Suspiró resignada, ¿Cuál es el remedio para tal enfermedad? Pensó en Marcus y en lo que había pasado hacía dos noches. Detestaba pensar en él como algo más que un amigo pero tal vez darle una oportunidad no sería tan malo después de todo. Divagando en sus pensamientos, no pudo prestarle atención al camino que transitaba por lo que, como lo despistada que a veces solía ser, se tropezó con sus pies y cayó de lleno sobre un charco de agua. Los panes habían volado de sus manos y como salidos de la nada, un montón de perros hicieron acto de presencia para llevárselos como cena improvisada. Lily en vano quiso alejarlos y con dificultad se puso de pie. "¡Maldición! Si tan solo hubiese traído mi varita". Observó su vestimenta la cual se encontraba toda sucia y mojada y su paraguas que se había partido a la mitad en la caída. Con todo el orgullo del que era poseedora comenzó a caminar, con el mentón en alto, la bolsa vacía y el paraguas roto sostenido por la otra mano. Había dado unos cuantos pasos aun con su pierna adolorida, cuando una persona se cruzó por su camino. Aquella persona que podía convertir su día en el peor de todos o en el mejor de ellos (según como lo viera). El moreno se encontraba junto a la puerta de la zapatería en la cual trabajaba, con un cigarrillo entre sus labios y su chaqueta de cuero tan de él. Estaba mirando hacia otro lado cuando algo lo hizo voltear y encontrarse con Lily de pie a unos metros suyo. Se sorprendió al verla en ese estado y aunque quiso mostrarse indiferente ante ella le fue inevitable.

- ¿Evans?, ¿estás bien?- "¿Desde cuándo ya no me llama Lily?" se preguntó internamente derramando algunas lágrimas de dolor.

- Sí, lo estoy Potter.

Pese a esto el joven se aproximó a ella lentamente antes de apagar el cigarro en el suelo.

- A ver, déjame ver esa herida.

- Estoy bien.- mintió Lily.

- Sí claro, por eso estás llorando.

- No estoy llorando por eso- la voz de Lily se fue ahogando lentamente. James la miró sorprendido e ignorando sus palabras se puso de rodillas para observar su corte.

Al levantarse hizo una seña y un taxi se detuvo a metros de ellos.

- Sube al auto, te llevare a tu casa.

- No es necesario, estoy cerca.

- No me importa, te llevare igual ¿o quieres que te cargue hasta allí?- nadie podía ganarle a James en lo terco, ni siquiera Lily quien se estaba comportando como una niña chiquita haciendo un berrinche.

- Gracias- dijo la muchacha con dificultad. James la ayudó a subirse al vehículo con total delicadeza. La pelirroja sintió su respiración muy cerca lo que provocó que su rostro se pusiese colorado de repente.

- ¿Lista?- Lily asintió con una media sonrisa- Bien, vamos- exclamó James al conductor.

- Espera- lo interrumpió ella de repente- sobre lo de la otra noche...

- No- la detuvo él con una mano- está bien, no me debes ninguna explicación. No hay nada más que decir.

Lily lo observó por unos breves instantes a través del reflejo que proporcionaba uno de los vidrios del asiento trasero. Él no la miraba, sus ojos parecían fijos en el paisaje, sus largas pestañas parecían húmedas. Un profundo dolor se apoderó de ella pero no provenía de su rodilla lastimada sino de más profundo, de su propio corazón.

- No sabía que tenías trabajo.- dijo ella buscando romper esa extraña barrera que se había levantado entre los dos.

- No sabes nada sobre mí Evans.- le retrucó exhalando una carcajada divertida que hizo que ella también riese- Creo que era "el momento de empezar a madurar", o eso me dijo una pelirroja hace un tiempo.

Llegaron en escasos minutos. Potter salió de su lugar y se encaminó a ayudar a la joven.

- Me debes quince libras y diecisiete por la atención médica- bromeó.

- Estás distinto Potter y eso me alegra mucho. No creas que no me intereso por ti.

- Gracias- dijo él y Lily se alejó de allí lentamente entrando a su hogar.

El amor de LilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora