─Perdón.
─Vete.
Jeonghan se acurrucó más en sí mismo, tiritando y buscando refugiarse en la esquina más alejada de la habitación. Mingyu cerró la puerta de la entrada y dio unos pasos inseguros, en la espera de recibir la bienvenida de su lindo chico.
─Por favor, da la vuelta y vete. –Gimió Jeonghan, las puntas de sus dedos blancas debido a la fuerza con que se aferraba a su propio suéter. El moreno negó, acercándose un poco más y tratando de encontrar la mirada del pequeño rubio.
─ ¿Qué no me oyes? –Los ojos del chico estaba desenfocados, y de su pelo caían pequeñas gotas rojas. Lucía tan frágil, tan herido, tan roto... Mingyu amaba ese lado de él. – ¡Vete! ¡Por tu culpa las escucho otra vez y son más crueles! ¡Déjame!
El apartamento estaba destrozado: platos rotos, muebles caídos y los sillones rasgados. Casi parecía que les habían asaltado; Mingyu sabía que eso no era lo que había sucedido. Esquivando todo aquello con lo que podría resbalar en el suelo, se dirigió hasta donde se escondía Jeonghan y cayó de rodillas frente a él. Alzó las manos, mostrándose indefenso y rezó para que el mayor pudiera verlo entre la bruma de su ataque.
Jeonghan lucía tan confundido por su atención que Mingyu por un momento casi se sintió mal. Había conocido al chico casi diez años antes, durante su adolescencia, y desde entonces supo que algo no andaba bien en la mente del mayor. En ocasiones se quedaba extremadamente callado, con la mirada perdida y empezaba a temblar sin razón. O se tapaba los oídos y contraía la cara, como si hubiera demasiado ruido y él no pudiera soportarlo –aunque estuviera en silencio. Lo más común era que hablara solo, y tuviera problemas reconociendo su realidad y recuerdos del pasado.
Pero a Mingyu eso no le importó. Fue por Jeonghan que se descubrió homosexual, fue con él que tuvo sus primeras experiencias sexuales –aunque en días Jeonghan no le creyera que había sucedido. Esas cosas eran lo de menos. Él amaba al rubio, incluyendo esos detalles tan retorcidos del mayor. Si era sincero –y solo se lo admitía a Jeonghan de vez en cuando –esos aspectos tan peculiares eran lo que más le atraían.
A Mingyu le gustaba el Jeonghan cuyo mundo interno era tan... Enfermizo.
─Es tu culpa. Esto es tu culpa. –Jeonghan le recriminó tristemente, perdiendo tan solo un poco la fuerza antes de que su mirada se volviera furiosa y el cuchillo que sostenía en su mano izquierda fuera hasta la parte baja de la mandíbula de Mingyu. Podía sentir la punta traspasar su sangre, pero el mayor no estaba poniendo la suficiente fuerza como para lastimarlo más. –Yo me había recuperado, bastardo. ¿Por qué dejaste de prestarme atención? Creí que querrías más a un hombre que pudiera ser socialmente útil, que pudiera interactuar con otros.
Sabía que había sido por él. Sabía que Jeonghan haría lo que fuera por él. Por eso, luego de más de tres años turbulentos y agotadores donde el mayor vivió en una institución psiquiátrica, los doctores lograron un avance sorprendente con él. Gracias a la ayuda de medicamentos diarios y mucha terapia, el chico realmente era funcional. Contrario a su adolescencia, Jeonghan ignoraba las voces, se tragaba el pánico y continuaba su vida tranquilamente.
Su plan era ingresar a la universidad, obtener un título; pero tanto estrés tampoco le ayudaba a controlarse. Consiguió un trabajo en un supermercado y un apartamento no tan lejos de allí, de esa manera su vida estaba controlada y sobrevivía bien.
Mingyu debía decirle que estaba orgulloso de él, abrazarlo cuando algo intentaba romperse dentro de él y permitirle sentir que era su roca. El rubio era un hombre nuevo, un hombre sano que aún amaba a Mingyu con todas sus fuerzas.
Le habían puesto nombre. Los doctores.
Jeonghan sufría de esquizofrenia y trastorno límite de la personalidad.
A Mingyu no le importaba lo que fuera. Solo sabía que lo extrañaba.
─Yo no quería, Min... Yo no quería. –Empezando a sollozar, como solían iniciar sus episodios, Jeonghan lanzó el cuchillo lejos de él y se cubrió el rostro con las manos. Sabiendo que ya el chico no le haría daño, porque cuando era tan débil lo necesitaba a él más que a nadie, Mingyu tomó sus muñecas y bajó sus brazos.
Con el rostro teñido de sangre y las luces de la ciudad que entraban desde la ventana, Jeonghan lucía tan hermoso como siempre había sido.
Pasó una de sus grandes manos en las mejillas del chico, asegurándose que ninguna de las heridas era de él y luego se acercó, depositando un cálido beso en sus labios –el sabor metálico invadiendo su boca.
Era un poco su culpa el que Jeonghan tuviera una recaída. El mayor estaba intentándolo, tanto, que él no podía evitar sentirse decepcionado. No le gustaba esa estabilidad, esas malditas medicinas. Ese no era su Jeonghan.
Fue cosa del destino que cuando a Jeon Wonwoo –uno de los compañeros del rubio en el psiquiátrico –le dieron de alta, Jeonghan le ofreciese vivir juntos. El azabache necesitaba un hogar, ya que sus padres no lo reconocían, y Jeonghan decidió ayudarle a reintegrarse en la sociedad. Sin embargo, al chico le costó más. Sus ataques de pánico a veces trataban de ganarle, y su bipolaridad era difícil de manejar incluso con las medicinas.
Si Mingyu se interesó en él, fue simplemente porque el chico era lo que Jeonghan perdió. Cada vez ignorando más al rubio, se enfocó en Wonwoo y sus problemas, atraído como un niño a una tienda de dulces. Sabía que eso enfadaría a Jeonghan, pero no creyó que le provocaría una recaída. Mucho menos una tan fuerte como en la que estaba. Era la primera vez que lo veía tan desarmado.
─Yo... Lo lamento, Min. –Aún llorando, el mayor se inclinaba hacia su mano. –No quería, pero las voces insistieron y yo ya no me controlaba. Mi cuerpo se movió solo
─Shh, está bien. –Dándole una rápida mirada al resto de la habitación, encontró el cadáver del azabache a unos tres metros de ellos. Cerca de la puerta, como si hubiera intentado huir durante el ataque. En posición boca abajo, se podían notar todas las cuchilladas en su espalda. Con un escalofrío, Mingyu consideró la posibilidad de que Jeonghan incluso lo habría atacado a él si hubiera estado allí en ese momento. Jeon Wonwoo había sido víctima de un ataque salvaje. –No tienes nada de qué disculparte, bebé. ¿De acuerdo?
Se levantó, notando sus rodillas empapadas del color rojo escarlata y alzó los hombros con desinterés. Fue hasta las habitaciones, buscando ropa limpia para Jeonghan y alguna prenda de Wonwoo que pudiera quedarle a él y luego tomó un paño del suelo.
─Tengo una maravillosa idea, cariño. –Susurró con una sonrisa alentadora. Dejando la ropa en un sillón que no parecía tener sangre, se volvió y le tendió una mano al rubio. Todavía temblando, Jeonghan la tomó y se impulsó para levantarse. Cubriendo sus hombros con el paño, Mingyu lo alejó de la escena hacia el cuarto de baño.
Cerró la puerta y se volvió a mirar al rubio. Limpiándole las manchas de sangre del rostro con una esquina del paño, se aseguró de hacerlo con cariño y dedicación. Luego procedió a desnudarlo, besándolo en las partes de piel que iban mostrándose con cada prenda que caía al suelo. Jeonghan se quejaba y gemía, encantado con la atención pero aún dentro de su episodio psicótico.
─ ¿Qué te parece si nos vamos de paseo a Jeju, cariño? –Las palabras de Mingyu rebotaron contra la piel de la cadera de Jeonghan y el chico gimió un quedo sí que vino acompañado por un estremecimiento en todo su cuerpo. El moreno entonces asintió, y tomó entre su boca el miembro del mayor.
Su Jeonghan lo merecía.
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Insania • GYUHAN •
Hayran Kurgu«Y Mingyu amaba ese lado de él.» Pareja: Gyuhan (Mingyu x Jeonghan). Mención de Meanie (Mingyu x Wonwoo). Género: gore, psicológico, drama. Songfic inspirado en Sorry de The Rose. ADVERTENCIAS: personajes con enfermedades mentales, violencia y chant...