Ethan Fitcher
Escucho voces a mi alrededor pero no puedo abrir los ojos ya que siento una gran pesadez en las vistas, la cabeza me duele a mil y una gran cantidad de agua helada me baña por completo haciendo que los abra de sopetón, intento moverme rápido pero un inmenso dolor en mi cuerpo no me lo permite, siento como si una manada de elefantes me haya aplastado.
-Me puedes explicar porque te dormiste en el pórtico de la señora Robinson y que diablos te paso en la cara.-habla Isaac enojado.
-¡Help me! No puedo moverme.- decía en un tono muy pero muy adolorido.
-Levántate iremos a la casa de Claris para que te cure esas heridas.
¿Qué me paso? Como lo iba a saber si la noche anterior tome una y cien mezclas de alcohol ¿Cómo llegue al pórtico de la anciana más enojona que conocí en mi vida? No tengo ni la más mínima idea, parece que en todo barrio tiene que haber una abuelita quejándose por todo y eso sin contar a los mirones que se dan cuenta de quién entra y sale de tu casa, hasta creen saber de qué color es tu ropa interior. Apenas recordaba mi nombre y dirección de domicilio, como carajos iba saber que me paso, lo único que mi mente articula es la imagen de unas hermosas curvas y piel blanca antes de caer por una ventana, no sé si fue un sueño o de verdad vi semejante escultura.
Isaac me cargo en sus hombros como si fuera una chica y empezó a darme nalgadas.
-¿Acaso estás enfermo? Bájame Isaac, no soy Claris.
-No tengo tiempo para esperar que te pares Ethan, solo tenías que llegar a la casa de mi novia para que yo pueda pasar una noche relajada y terminas golpeado afuera de la casa de la vieja loca.-dijo Isaac un poco calmado.
-¡Vieja las que te cuelgan!¡Largo de mi pórtico!-grito la anciana.
La señora Robinson era una mujer de sesenta años, solía ser la persona más amable y dulce del mundo pero su actitud cambio de golpe cuándo su marido la dejo por una mujer de treinta cinco años menor que ella, desde entonces se encargó de que nadie más entre a su casa, ni que pisen siquiera un milímetro de su césped y peor que le dirijan la palabra, parecía tener algún pacto con el diablo ya que si susurrabas algo por más despacito que sea ella lo escuchaba.
-Ya bájame Isaac, no hay necesidad de que me sigas humillando.
Entramos a la casa de Claris y peor que saco de papas me tiro al mueble, Isaac subió como si fuera uno más de los dueños de la casa para buscar a su novia y el botiquín de primero auxilios mientras yo lo esperaba y pensaba en que no se vaya a distraer dándole cariñitos y baje rápido.
Me acomode en el mueble y cerré los ojos para hacer memoria de los acontecimientos de la noche anterior pero un grito interrumpió mis pensamientos.
-¡Él violador! ¡Él violador! Claris baja rápido, él acosador vino por mí.-gritaba una chica de hermosos ojos cafés claros, estatura baja y cabello castaño oscuro.
Los recuerdos volvieron más rápido que flash cuando la vi, la loca neurótica se acercaba a mí con una escoba para golpearme pero con todo el esfuerzo de mi ser me levanté del sofá y corrí al primer piso para buscar a mi hermano.
-¡Claris! En tu casa hay una loca neurótica que me quiere golpear.-grite mientras abría la puerta de la habitación.
-¡Claris! El acosador volvió por mí.-dijo la chica.
Los dos nos quedamos en seco al ver que ambos adultos estaban en la cama a punto de hacer una bendición.
Creo que nunca podre quitar la imagen de mi hermano cogiendo a su novia contra la pared de mi mente.
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Diez Casualidades Para Enamorarse
RomantizmElaine es divertida, carismática, le gusta apreciar la naturaleza y ama leer en sus ratos libres. Ella trata de superar su problema y decide ir a vivir con su tía para comenzar una nueva vida. Ethan no cree en las casualidades, ni en el amor a prim...