—¿En serio es una opción posible? —preguntó Álex.
Alyosha, recostado en su confortable silla de oficina de cuero verde, se limitó a lanzar un largo suspiro. El proyecto Thunder le había requerido décadas una dedicación titánica. Tan solo concebirlo había sido un golpe de inspiración, o quizá de locura. En algunos momentos, la única distinción entre ambas era ver si ese sueño sin sentido podía llegar a hacerse real.
Lo cierto es que no lo era. Cuando se ideó, era literalmente imposible llevar a cabo una operación semejante. Hacía cuatrocientos años, esa hubiera sido la respuesta a la pregunta de Álex. Y sin esa posibilidad, habría sido imposible crearle para que la formulara.
Álex siguió visualizando el extensivo dossier, dejando que su mente lo procesara. El intelecto del que disponía era maravilloso. Alyosha no podía evitar envidiar ese don de su pupilo. El joven Álex tenía la clase de mente a la que aspirarían las supercomputadoras, si pudieran ambicionar por si mismas.
—Tengo la impresión de que el estudio está asumiendo mucho en cuanto a la respuesta cuántica del alma. ¿Estáis seguros de esto, Aly? —insistió Álex.
—Es cierto. Clasificar el alma como un elemento susceptible de transposición cuántica va en contra de muchos conceptos preestablecidos. Pero creo que es viable de todos modos. Creo que tu alma seguirá a tu cuerpo y tu espíritu allá donde los enviemos.
Si Álex tenía un defecto, meditó Alyosha alisándose una arruga invisible de la americana de lino, era que su capacidad de análisis tendía a hacerle pesimista. Exploraba siempre todas las posibilidades. Especialmente las de que algo saliera mal. Generalmente, era buena idea hacerlo así, y Alyosha sospechaba que Álex había adquirido ese hábito de él, pero su mente lo había llevado a otro nivel.
—En breve —añadió Alyosha— está previsto que te hagas cargo de recoger a alguien y llevarla a nuestro centro de Reykjavik. Para esa misión convertiremos esta teoría en práctica. ¿No te emociona, Álex? Vas a ser capaz de teleportarte.
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Habían sido necesarios seiscientos años de estudio.
La kabbalah era extremadamente incompleta a este respecto. Alyosha había estudiado a los pies de muchos ancianos rabinos, sirviéndoles generación tras generación, en las sinagogas más herméticas y las catacumbas olvidadas donde dormían sus padres y los padres de sus padres. Y como sólo él era capaz, había ido heredando cuanto sabían, incluidos los secretos que no se suponía que adquiriera, los que los propios maestros hubieran deseado llevarse consigo a la tumba.
De este modo, pacientemente, recopilando el conocimiento mortecino e investigando los fragmentos que se habían perdido por completo, y trabajando codo con codo con el erudito Eleazar de Worms -uno de los pocos que, aún siendo Alyosha un gentil, reconocía que merecía ser llamado raboni- tuvieron éxito en crear un gólem.
Esta bestia, cruda y sin mente, era carne hecha de polvo y huesos sacados de la arcilla. Su espíritu era de origen desconocido, pero débil y sumiso; no tenía alma alguna, ni emociones ni mente. No obstante, se habían proclamado sobre cada uno de sus órganos los alfabetos de las doscientas veintiuna puertas, y tomaba por su propia mente la orden que sus creadores le entregaran. Aly lo cedió a Eleazar, agradeciéndole su ayuda.
Años más tarde, se reunió con él en su lecho de muerte, para darle el último adios. El sabio judío le contemplaba, marchito y frágil como un nenúfar en un oasis. Sin embargo, le dedicó la sonrisa de quien ve satisfecha finalmente una duda muy antigua.
Con un gesto, despidió a amigos y familiares, y aún a sus más allegadas siervas, que habían sido también concubinas. Reticentes, cedieron su lugar a este extraño recién llegado. La mayoría no le habían conocido jamás, pues habían pasado décadas desde su último tiempo con el anciano. Los pocos que habían permanecido todos esos años a su lado fueron incapaces de suponer que este hombre en la plenitud de sus días fuera el mismo sabio gentil que una vez conocieron.
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Chimaera Alpha: una novela de Dark'n'Soul
ActionMera no sabe nada del mundo. No conoce nada fuera de su habitación y los pasillos que se escapa para recorrer una y otra vez, y los libros que su padre le trajo y que ha leído una y otra vez. Se pregunta sobre los lugares de los que ha leído en ello...