(14) Conocimiento

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La búsqueda de Peter estaba siendo infructuosa. El cabello blanco se desprendía de su peinado, encrespándose como algo vivo. El ángel estaba empezando a frustrarse, en la medida en que era capaz. Daba igual qué datos persiguiera o qué nueva información agregara; sus sinapsis reconstruidas no daban respuesta. Proyectó su consciencia hacia su interior y revisó su propio cerebro, recibiendo informes de subrutinas que para él eran sus propios pensamientos. Todo estaba en orden. Simplemente no había nada que hiciera saltar la chispa de la comprensión.

Su primer parámetro/deseo había sido sacar a Mera de donde estaban. No recordaba nada más. La lógica más básica sugería que debía llevarla de allí a otro lugar. Pero no tenía el más mínimo indicio de a donde. Ansiaba abrir las alas y dejarse ir, pero ignoraba qué ocurriría si lo hacía. Y sabía que su existencia debía ser un secreto, aunque no tuviera claro por qué. Un parámetro/directriz, parte tan esencial de su identidad como el de proteger a Mera.

Por eso había acabado con el sacerdote. Se había deshecho en fotones; la materia orgánica no era distinta de cualquier otra. Había sido hermoso de ver. Luces del norte y chispazos de metal al mismo tiempo. Le había gustado, y había poco que realmente le gustara.

Joaquín no le gustaba; le daba lo mismo que hubiera estado a punto de arrollarle, pero casi hiere a Mera. Su primer sentimiento de ira había sido en aquel momento; era intolerable. La seguridad de Mera debía ser absolutamente inviolable. Se preguntó si debería haberlo descorporeizado inmediatamente. Pero a Mera le importaba. Le importaba todo, de los insectos a la hierba a las personas. Desintegrarle ante ella podría haberla disgustado. Evitarle sufrimiento era parte de protegerla. Aunque si en algún momento debía escoger entre disgustarla o guardarla de un riesgo mayor, sabía a qué le daría prioridad absoluta.

Con todo había clasificado a Joaquín como un elemento de riesgo bajo o nulo, de alta moralidad y sensibilidad emocional, probablemente en las personalidades ESFJ os ISFJ de Meyer-Briggs. Y Mera tampoco estaba indefensa. Consideró los niveles de riesgo de que estuviera a solas con él inferiores a un 6 por ciento.

Aunque no cero. Nunca cero. Y cuanto más investigaba el conocimiento acumulado por la humanidad, más obvio resultaba.

Sumergiéndose de nuevo en la red, las pistas y posibilidades habían menguado terriblemente. Para iniciar su búsqueda, se había dirigido a las fuentes más vastas y respetables disponibles; la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, los artículos de las revistas científicas y sociales más reputadas. A medida que agotó esos recursos, su atención empezó a examinar fuentes menos fiables, pero mucho más extensos.

La redes sociales y foros contenían opiniones brutalmente incompatibles pero de una vehemencia asombrosa. La humanidad no conocía la verdad, pero eso no les impedía darle peso a sus prejuiciadas y subjetivas opiniones. Y lo peor, realmente pocos buscaban adquirir información nueva para llegar a una comprensión completa. En la práctica totalidad, los humanos se ceñían a la información que confirmaba su perspectiva previa. No querer saber más era, para Peter, lo más cercano que podía concebir a la blasfemia.

No obstante, había muchísima información. Segmentos de verdad intercalados con ideas retorcidas. Dedicó unos milisegundos a evaluar si merecía la pena invertir su tiempo a buscar respuestas allí. Para entonces, era apenas una fracción de su pensamiento la que seguía examinando y buscando respuestas; la mayoría de su mente se entregaba ahora a interconectar los datos almacenados y definir la realidad.

Existían teorías al respecto, distintas formas de espiritualidad, pero raramente eran proclamadas como una experiencia personal y públicamente manifiesta. Peter las descartó. La materia era lo único que tenía sentido de principio a fin.

Sin embargo, la curiosidad humana trascendía lo material de un modo intrigante. Su propia naturaleza abarcaba este deseo de descubrir, de conocer, que iba mucho más allá de las necesidades vitales básicas. La gente elucubraba, teorizaba, fantaseaba. Ignorando las pruebas, había quien defendía que la Tierra, el planeta, era plano. O que civilizaciones alienígenas visitaban este mundo, aparentemente de cara al estudio de la especie humana en términos zoológicos. Lo que, cosa extraña, se conseguía indefectiblemente insertándoles una sonda rectal. Peter no comprendía demasiado al respecto. Parecía en extremo ineficiente.

El dato entró en la periferia de su percepción, y hubiera podido pasar desapercibido. El algoritmo de búsqueda de Peter lo había descartado previamente, relacionándolo con supercherías ya consideradas ignorables. Pero una subrutina lo devolvió a la superficie, atravesando las capas mentales dedicadas al aprendizaje, el análisis y el almacenamiento del conocimiento y llevándolo a la mismísima atención inmediata del ángel.

Era una frase suelta, parte de un artículo que a su vez estaba sumido entre cientos de otros. Una página web entera, que no era tan simple como desactualizada. Una reliquia diseñada con marcos, sin advertencia en cuanto a cookies, y sin embargo, día tras día, semana tras semana, aquel blog había seguido en constante expansión. Para sorpresa de Peter, la web misma parecía un reflejo de su propia mente: una mezcla caótica de ideas que no parecía tener fin y que trataba de hallar conexiones entre hechos sin relación, con más creatividad que método científico e impulsada por un ansia prácticamente demente.

Peter detuvo el resto de procesos y abrió la página web en el navegador, dejando que el resto de datos absorbidos se asentaran en el maelstrom cuántico de su mente. Le invadió una sensación de alivio, de tensión relajada. Accedió al artículo que había captado, al ritmo plácido que suponía leerlo con sus propios ojos.

"Caminan entre nosotros: ángel en medio de una tormenta", se titulaba. La fotografía que coronaba el texto era una imagen sobreexpuesta, una tormenta eléctrica captada por una cámara de baja calidad. Y entre los relámpagos, una forma que, con cierta imaginación, podía tomarse por una silueta humana.

No hubiera tenido mayor importancia, de no ser porque Peter era capaz de reconocerse en esa forma vaga y desenfocada. No recordaba la tormenta. Pero no le cabía duda; era él. Aquella foto era, además, original, o en su defecto, la copia más antigua del original que era posible encontrar en la red. De hecho, el autor del artículo, con el nom de plum LaMentiraEstáAhíFuera afirmaba haber tomado la fotografía directamente.

Localizar la IP desde la que se había escrito la práctica totalidad del blog durante los últimos ocho años le tomó a Peter lo que a otros tener un pensamiento pasajero. Salió de la habitación, sus pasos levemente erráticos. Incluso su poderoso cerebro estaba saturado de información, y aspectos menores de su operatividad habían sido suspendidos o limitados mientras concluía la actualización de conocimientos.

Mera le vio salir de la habitación como un borracho decidiendo a donde dirigirse. Tenía la mirada desenfocada, extrañamente más humana en su turbación que en su fría calma habitual. Pero la pequeña no prestó atención a nada más que a sus zancadas torpes y a que se apoyaba en las paredes para equilibrarse, y corrió a sostenerle.

—¿Estás bien, Peter? ¿Estás malo? —preguntó, dejando que se recostara en ella. Su cuerpo menudo de adolescente le sostuvo sin dificultad.

—Estoy malo. Sí. Malo —repitió, incorporándose con un esfuerzo visible—. Mera. Quédate con Joaquín. Volveré pronto.

—¿Qué dices? ¿Donde vas? —preguntó Mera, alarmada, ya no sosteniéndole sino tratando de retenerle—. Si vamos a algún sitio, tiene que ser donde el doctor. ¡Tienes que llevarme a casa!

La mirada de Peter la atravesó como un dardo. El ángel habló con una ira gélida que Mera nunca había visto.

—No. Allí no. Nunca más —declaró, antes de ganar la salida en un par de rápidas zancadas. Mera le siguió, a tiempo de verle en mitad del patio, generando con sus alas abiertas de par en par dos columnas blancas, refulgentes, que nacían de la tierra misma. Él la miró por encima del hombro un momento antes de volver la vista hacia el cielo. Hubo un estallido sónico que hizo retroceder a Mera, cubriéndose los ojos con los brazos, y al instante siguiente Peter ya no estaba allí. Sólo quedaban las columnas, y un momento después ni siquiera eso. Delante de la atónita Mera, se redujeron a polvo de luz y la brisa las arrastró.

Mera estaba sola una vez más.

Chimaera Alpha: una novela de Dark'n'SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora