Capituló 26

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La carrera estaba apuntó de comenzar, nos encontramos a Calvin cerca, cuando nos vio sonrió enseguida.

—¡Sam!— me saludó, mire su moto y le faltaba mucho para competir.

—¿No quieres competir con la mía Calvin?

—No Samy, trabaje por esta. ¿No competiras?

—No, me siento mal, solo vine a ver.

Se escuchó un grito de que la carrera ya comenzaba, Calvin se fue a posicionar junto a otros corredores.
Dimitri llamo a Caroline para que sea la chica que inicie la carrera. Ella levanto la mano con un pañuelo. Y contó hasta el tres.

Ellos salieron disparados, ni bien empezo note algo raro, varios se acercaron a Calvin, empezando a desestabilizar su moto.

—Dimitri para esto— le dije.

—No puedo Sam, son el reino.

—¡Quieren tirar a Calvin!

En aquel momento uno empujó de más la moto causando que Calvin tambalee y pierda todo el equilibrio cayendo al suelo.

Los demás pararon las motos y comenzaron a golpear a Calvin y a patear la moto rompiéndola.

Estaba por ir allí cuando, se escucharon las sirenas de la policía.

—VETE SAM, IRÉ POR CALVIN.

No podía reaccionar, todos comenzaron a correr tratando de escapar, se escuchaban gritos, vidrios romperse.
Trato de encontrar mí moto pero no la encuentro por ningún lado.
Una moto se para a mí lado.

—Déjala y subí— ordenó, si pensarlo dos veces me monté detras suyo abrazándolo.

Una patrulla se interpuso en nuestro camino, la cual el esquivo como si fuera fácil.
Siguió a máxima velocidad y no paro en ningún momento, ni bajo un poco la velocidad.

La preocupación no dejaba mí mente.
¿Mis hermanos estarán bien?
¿Cómo estaría Calvin?
¿Cómo supo de la carrera la Policía?
¿Donde estará mí moto?

Esos son algunos de los muchos que rondan mí cabeza.

—Sam —dijo el tratando de llamar mí atención— llegamos.

Estaba tan metida en mis pensamientos, que no me di cuenta que él había parado la moto y ahora estábamos quietos, arriba de la moto y yo abrazándolo como una niña que se sube por primera vez a una moto.
Me sonroje y agradecí que no me viera.
Baje rápido de la moto y el bajo al instante.

Estábamos en el bosque, pero esto queda mucho más lejos de la ciudad que la guarida, mire la gigante mansión frente mío, aquella que se escondía entre los árboles.
Tenías que acercarte mucho para notarla, boqui abierta me había dejado. El camino y solo lo seguí.
Abrió la puerta dejandome pasar a mí primero.

—¿Quieres comer o beber algo?—me pregunto.

Yo asentí con la cabeza todavía sorprendida.

—¿Sabe que quiero?

—Te daría lo que quieras.

—Que te quites el casco Rey.

Él se rio y negó con la cabeza.

—Lo que quieras menos eso— se corrigió desapareciendo por una puerta.

Yo me senté en un comodísimo sofá mirando todo, me sobresalte al escuchar un gruñido detrás mío.
Giro la cabeza, encontrandome a un hermoso y enojado lobo negro.
Su mirada era feroz, parecia dispuesto  a atacar, yo me bajé del sofá rápidamente sacando el revólver de mí chaqueta.
El lobo comenzó a caminar de un lado a otro rondándome.
Se colocó en pose de ataque y yo levanté el revolver, mirando al lobo con el arma en la mano dispuesta a matarlo con una bala.

¿De dónde salió el lobo? ¿Cómo entró?

Estaba concentrada en meterle una bala en medio de la cabeza al primer intento de ataque.

—SAM ¡QUE HACES!— gritó el rey entrando con una máscara negra que dejaba a la vista sus labios y tapaba todo lo demás.

—Cuidado te puede atacar— dije apretando el revólver.

El lobo lo vio y corrió hacia él, creí que lo atacaría, pero hizo lo que menos me esperaba.
Le saltó encima poniendo sus patas delanteras en sus hombros, parándose y moviendo la cola.
Como un perro.

—Hey luna— dijo el rey acariciando su cabeza— ¿me has extrañado hermosa? yo a ti si—dijo y La loba, luna, se bajó de sus hombros poniéndose nuevamente en cuarto patas.
Me miro a mí y gruño.

—Como... ¿Cómo es que no te atacó?- pregunté sorprendida

—La crié de cachorra, la encontré un día. Unos cazadores habían matado a su mamá y ella estaba sola, ha sido mí compañía desde ese entonces—terminó diciendo acariciando la cabeza de ella.

—Acércate—me dijo el rey, yo dudosa me acerqué guardando el revólver—Enseñale tu palma.

Él estaba agachado al lado de la loba y ella estaba sentada, era magnífica, tan hermosa.
Yo hice lo que él dijo y la loba olio mí mano.

—Es para que te conozca y no te vea como una amenaza o un pedazo de carne.

El agarró mí mano y con nuestras manos juntas las pasamos por el suave pelaje de la loba. Jamás creí poder tocar un animal tan salvaje.
Y mucho menos jamás creí que alguien pudiera tener de mascota a un lobo.

A pasado como cinco minutos y seguíamos acariciando a la loba, quien se encontraba echada.

—Vamos a cenar—dijo a lo que yo asentí.

Descubriendo Quien Es ElDonde viven las historias. Descúbrelo ahora